Dianeth Pérez Arreola

Holanda es uno de los países más densamente poblados. La gente vive en edificios de departamentos o en casas pegadas con los vecinos. Uno de los grandes problemas sociales es el que nace de vivir en esta cercanía.

El volumen de la música, dónde estacionan sus autos, la frecuencia de las fiestas, etcétera. Hay muchas razones por las que puede haber roces. Yo vivo en un vecindario con casas construidas una junto a la otra. No compartimos pared con los vecinos, cada quien tiene su pared pero las casas están pegadas. La hilera de casas de tres pisos cada una a ambos lados de la calle –lado izquierdo pares, lado derecho nones-, forma un cajón que multiplica los sonidos: la moto del hijo del vecino de enfrente, el acelerón del que vive al final de la calle y recorre esos 40 metros a 60 kilómetros por hora, las conversaciones de quienes salen de una fiesta y se quedan platicando en la calle, sobre todo en verano cuando todos tenemos las ventanas abiertas.

Hay construcciones muy antiguas en toda Holanda, de madera y no de concreto, donde todo se oye. Casas con paredes compartidas, vecinos de edades y costumbres muy diferentes que no pueden convivir en paz. El procedimiento para quejarse empieza por hablar con los vecinos, si las pláticas no dan resultado, se le llama a la policía, que no va a acudir a la primera, segunda o tercer llamada, pero dependiendo de la gravedad del caso, eventualmente acudirá a mediar y a tomar nota del problema.

La mayoría de la gente con vecinos antisociales simplemente se muda. La gente que tiene mucha paciencia, puede darse el gusto de ver como el gobierno expulsa de su casa a los antisociales. Al principio se les premiaba dándoles una casa amplia, sin vecinos, generalmente en las afueras, pero lentamente las cosas empiezan a cambiar.

El gobierno construye vecindarios para antisociales. Casas pequeñas y medianas, en zonas aisladas de otras zonas residenciales, como castigo por no obedecer los acuerdos con la policía para no causar molestias a los vecinos.

Llegar a este punto toma mucho tiempo. Como bien señalan algunos políticos promotores de iniciativas para endurecer las acciones contra los antisociales, se premiaba a los causantes de problema otorgándoles casas más grandes, ahora se ven forzados a mudarse a esos vecindarios con casas más pequeñas y lo mejor, con vecinos tan antisociales y sin remedio como ellos mismos.

Ahora el gobierno se enfoca en enviar a los refugiados antisociales también a un lugar especial, pues hay gente que no acata las reglas de los albergues: molesta, intimida, amenaza, golpea y es un problema permanente para los encargados.

Ya sé que están pensando, pero habrá que esperar aún bastantes años para que en México obliguen a mudarse al vecino que pone canciones de banda a todo volumen o a la vecina que cree que el espacio en la calle frente a su casa es su estacionamiento exclusivo.

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