Eduardo Navarro González

En estos tiempos, como nunca antes, la sociedad conoce de dramas familiares o disputas entre personas que en la selva urbana o rural se están multiplicando y que, desafortunadamente, se achacan indiscriminada como injustificadamente a personas ajenas conocidas o desconocidas…

Ejemplos de impropias relaciones interpersonales hay muchos: están los celos a muerte entre parejas, la violenta disputa de herencias, la locura criminal que invade a adictos, las lastimosas omisiones en el cuidado de los hijos donde el más simple olvido o distracción puede derivar en una tragedia…

Hay muchos más casos en los que se sembró, cultivó y toleró en el seno de un hogar, una empresa o entre vecinos un perfil humano indeseable y al momento de las consecuencias negativas comienza la repartición de culpas, sin autocrítica responsable y objetiva, sin pausa pero si con prisa para deslindarse de lo mal hecho.

No se vale, en ese contexto, que en el desenvolvimiento de nuestro libre albedrío como miembros de familia o como ciudadanos hagamos caso omiso de nuestra responsabilidad social…

Si queremos vivir en paz y en un estado de derecho, tenemos que ser mejores forjadores de personas útiles así mismas y a la sociedad y no en amenaza de esta…

Si queremos vivir sin dramas urbanos debemos utilizar con prontitud las herramientas que están disponibles en el servicio público y con ello tratar de que las autoridades protejan a los que están en riesgo e indefensión, a los que no pueden valerse por sí mismos o los que no saben defenderse.

Debemos los ciudadanos de bien, los que siempre somos más, detener la multiplicación de personas sumamente agresivas como estériles en su quehacer ordinario.

Es tiempo de reflexionar y unir esfuerzos entre los ciudadanos gobernados y gobernantes porque todos, a final de cuentas, estamos en la misma sociedad y no hay tiempo que perder en el rescate de esos valores y principios que se han venido pisoteando bajo el falso argumento de respetar derechos humanos inexistentes en la naturaleza…en la vida misma.

Aprendamos ya que en el cambio de actitud a los desencuentros y desgracias contemporáneas lo mejor está en nosotros, en nadie más, para superar retos y obstáculos y procurar en cada día y esfuerzo ser útil asimismo, a nuestros seres queridos y a la sociedad que nos cobija, la que tenemos…

Porque, oiga usted, adonde vamos a parar si se suman a los buenos propósitos los que reparten culpas y critican sin proponer; hacia qué escenario nos dirigimos con una familia o una sociedad dividida, fracturada, distorsionada y dolida.

Hay mucho qué hacer en las realidades que nos toca atender y son muchas las personas que comparten el sentimiento de que mucho ayuda el que no estorba, que ya no son tiempos de grito y sombrerazo para forzar cambios sociales. Ahora son tiempos de construir y en esa dinámica perfeccionar lo que nos conviene a todos…así de sencillo.

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