Despierto y todo parece una pesadilla, en el hoy de un ayer que nunca debió pasar. Repito en mi mente los últimos acontecimientos y pareciera un cuento de terror más que desaparece al cerrar el libro de Lovecraft. Mil veces pensé que a mí jamás me pasaría, realidades de otros, de los enamorados, de La rosa de Guadalupe y de novelas de televisión.

Cuándo en mi mundo mi novio me iba a lastimar? Ese que me amaba con todo su ser, que estaba aquí para mí “incondicionalmente” y que si me celaba y se enojaba era porque así era el y no por mala onda.
Todas esas cosas que no eran verdad y que existían solo en mi mente.

¿Cuándo debió parar? A caso al inicio cuando me condicionó ser su novia a no verlo nunca más, o cuando usaba a su madre para ofenderme con las cosas que supuestamente ella decía, o tal vez cuando afirmaba que salía con otras porque supuestamente yo también lo hacía, o sin lugar a dudas cuando me jaló el escote en el lobby del cine porque otro me acababa de “sabrosear” con la mirada.

Podría pasar la noche entera describiendo momentos en los que debí salir corriendo para no volver nunca más. No entiendo porque no lo hice, en qué momento dos días se hicieron dos semanas, dos meses y finalmente dos años.

“A mí nunca me va a pasar”, eso pensamos todas antes de los golpes, y en algún momento pasa, el mejor sentimiento del mundo: el amor, aderezado de celos, control, ira, infidelidad y maltrato se convierte en una venda invisible que deja pasar a la violencia como algo “normal”.

Sigo sin entender que pasaba por su cabeza, como decidió que en ese momento, a esa hora y en ese lugar debía concluir mi existencia. Por fortuna no lo logró.

Siempre he creído que fui educada para la independencia, al ser hija única en un hogar de adultos, con total libertad de hacer, elegir, vestirme y salir con quien yo quiera. No me imagino a mi papá prohibiéndome un escote, ni siquiera me imagino tomando en cuenta a quien lo hiciera, y aún así permití que él censurara mi ropa, mis amigos, las fiestas que le parecían muy poca cosa para su supuesto nivel social.

Tantos hombres maravillosos con los que me he encontrado, y terminar en esto, con más lesiones en el cuerpo que en el alma. Quisiera pedirle perdón a ese que llamé violento por enojarse, a ese que le dije que le tenía miedo y no lo vi en nuestros nueves meses de embarazo, al que acusé de controlador por pedirme que me maquillara diferente, ellos son nada ante esto.

¿Cuándo bajé la guardia? Todo parece tan irreal y a la vez tan cierto, esta pesadilla inicia al despertar y se acaba cuando duermo. Pastillas, inyecciones, radiografías y su familia intentando desprestigiar hechos documentados por las autoridades municipales y del estado.

Ahora entiendo que a cualquiera le puede pasar, a cualquier mujer en esta cultura de machos, donde educan al mundo para tolerar este tipo de acciones, y donde yo soy mala persona por negarme a otorgar el “perdón” ante la autoridad penal, donde yo soy tonta por no aceptar dinero.

Pero esa voz, la que persigo desde que decidí ser abogada en mis primeros años de vida sigue despierta; lo correcto es que se aplique la justicia, que ni la culpa, ni la absurda y retorcida moral mexicana se adueñe de mis decisiones. #NuncaMás, y esta lucha empieza conmigo al no permitir que en mi mente surja la duda. No debo, no quiero y no otorgaré el perdón.

Porque por mujeres golpeadas como yo que perdonan a sus agresores es que el ministerio público no toma en cuenta mi denuncia, que las personas comentan en redes que seguro volveré con el, que ya se me pasará.

No sé si hablo por muchas mujeres, pero si quisiera que muchas mujeres hablaran como yo, que no se dejaran convencer y no se sintieran mal al hacer lo correcto, más aún, quisiera que todas las mujeres seamos respetadas, que no se permita que con violencia aniquilen nuestra fuerza y maten nuestros sueños, que todas vivamos para contarla, y que de la ceguera de algunas surja la fuerza para que ninguna pase por esto.

La vergüenza no existe ante esta sociedad que siente lástima por el agresor y sataniza a la víctima.

#NiUnaMás #NoTeCalles

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