Yolanda Sánchez Ogás

Mexicali nació a principios del siglo XX. Las primeras familias, las fundadoras, de Mexicali se asentaron muy cerca de donde trabajaban construyendo la compuerta Sharp, a las orillas del río Álamo. Una fuerte corriente les hizo trasladarse hacia el oeste, donde luego fue el centro histórico de Mexicali.

A principios de 1925, el periódico La Frontera, publicó una serie de entrevistas sobre el origen de Mexicali. Entre los entrevistados figuraron el señor Ramón Zumaya, su esposa y la señora Delfina viuda de Moreno, amiga y comadre del matrimonio Zumaya.

¿Cómo llegó usted a Mexicali?

Nosotros somos del distrito sur, de San José del Cabo.

Y ¿de qué manera vinieron de un extremo a otro de la península, es decir, unos mil kilómetros de la tierra nativa?

Verá usted, nosotros no nos venimos desde luego hasta por acá; hemos peregrinado antes mucho. Estuvimos en bahía Magdalena, en los famosos campos de orchilla, cuando se hacía de ella un comercio en grande. Después estuvimos en el mineral de El Álamo.

De El Álamo a Ensenada -nos refiere Don Ramón, me dedicaba yo a los transportes con una recua de mulas. Entonces supe que por aquí se iba a poner muy bueno, porque se estaban abriendo unos canales, que iban a ocupar mucha gente, que yo podría trabajar mis mulas con las escrepas. Y me vine hace unos 25 años.

Como a fines de 1900, -aclara doña Delfina, que parece tener memoria más feliz que su compadre- porque nosotros -ella y su comadre doña Bernarda, esposa de Zumaya, nos venimos en febrero de 1901 y él se vino por delante.

-Y cómo era entonces Mexicali?

-No existía Mexicali, era un desierto…no había más que “cachanía”, mezquites y unos “terrales” horrorosos. Como no había nada plantado se levantaban unas polvaredas increíbles y ¡hacía un calor! …Casas no se veían por ninguna parte; cada quien como iba llegando, escogía su mezquite y bajo sus ramas levantaban sus carpas o se improvisaban sus ramadas.

Yo fui el primero que construí una casa -me advierte modestamente don Ramón, sin darse cuenta el mismo de todo lo que significa haber construido la primera casa en una ciudad que crece a pasos agigantados, y me muestra una fotografía de color café, borrosa, descolorida, medio rota ya, y en mis manos tiembla la cartulina porque me emociono vivamente, al adivinar, más que ver, en la mala fotografía, como nació Mexicali.

-Aquí estaba, -me señala en un pequeño grupo de casuchas, todo esto se lo llevó el río que se abrió hará unos 15 o 20 años, entre lo que hoy es Mexicali y Pueblo Nuevo; no quedaron después de las inundaciones, más que la casa de la aduana de entonces y unas paredes viejas que están junto al restaurant Sonorense. Hubo que empezar todo de nuevo.

– ¿Recuerda algunos de los nombres de los que vinieron por la misma época que ustedes llegaron?

Si…pero ya se han muerto casi todos. De los que viven podemos citarle a don Antonio Villarino, a Don Juan F. Jaussaud, a don Expectación Carrillo, a don Francisco Montejano, quien llegó poco después que nosotros. Entre los muertos hay muchos, don Jesús Guluarte, su esposa…

Así nació Mexicali.

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