Yolanda Sánchez Ogás
El prodigioso Río Colorado, que nace en las montañas Rocallosas y tiene una longitud de 2 mil 735 kilómetros, da vida a muchas poblaciones de nueve estados de México y Estados Unidos. Su cuenca de 631 960 kilómetros cuadrados, pasa y beneficia a Baja California y Sonora en México, y a Wyoming, Colorado, Nuevo México, Utah, Nevada, Arizona y California, en Estados Unidos.
Gracias a este río, se formó el delta del Colorado. En una época que se pierde en la cuenta de los años, con los materiales que arrastraba el río, se formó el fértil Valle de Mexicali. Hace alrededor de 3 mil años llegaban y se iban diversos grupos prehistóricos y algunos se quedaron. Hace poco más de mil años, los cucapá los que “van y vienen” gracias a la vegetación que proveía el río, se establecieron en el delta.
Se mantuvieron nómadas hasta muy entrado el siglo XX y a partir de la última gran inundación del valle, en 1979, fueron definitivamente radicados en un estrecho predio, al que llamaron Comunidad El Mayor Indígena Cucapá, localizada en el kilómetro 57 de la carretera Mexicali-San Felipe. Gracias al Río Colorado, los cucapá, hasta antes de la colonización española fueron los únicos nativos que cultivaron la tierra en toda la península de Baja California. Ya no cultivan porque les arrebataron sus tierras, pero allí siguen.
En tiempos modernos, a principios del siglo XX, una buena parte del delta era muy fértil, porque había cinco afluentes del Colorado; los ríos Álamo, Las Abejas, Paredones, Hardy y Río Nuevo, así como las lagunas Vulcano, Santa Olaya, Salada. Las obras de irrigación en el río Álamo, para desarrollar la agricultura en el valle Imperial, trajeron aparejado el desarrollo del Valle de Mexicali.
Pasaron varias décadas para que el valle se poblara con mexicanos venidos de todo el país y se convirtiera en la zona poblada y desarrollada que ahora es. Pero el Río Colorado no sólo da agua a los mexicalenses, ante la escasez de fuentes de aprovisionamiento de la región de Tecate, Tijuana y Ensenada, la Comisión de Límites y Aguas, decidió llevar agua del Río Colorado a estas ciudades.
El 6 de enero de 1975 se inició la construcción del Acueducto Río Colorado-Tijuana, que, desde entonces, con cuatro metros cúbicos por segundo, desde el canal Reforma, provee de agua a estas tres ciudades. Y si ver el enorme acueducto cruzando el valle, el desierto y la sierra de Juárez causa una grata sensación, ver la salida del agua en Rancho Tecate, es una maravilla.
Allí llegan los tres grandes tubos, y al caer el agua, forman una hermosa cascada que toma rumbo al oeste para llegar a la presa en Tijuana, a través de un arroyo de forma y bordes irregulares. El agua corre viva, bronca y emitiendo sonidos diversos, todos agradables. A esto se agrega un recorrido entre plantas y piedras, subidas y bajadas, todo interesante.
Es un espectáculo que pocos esperamos encontrar en esa zona de Baja California. Junto con un grupo de ex alumnas de la Secundaria Técnica dos, lo descubrimos hace algunos años, invitadas por mi ex alumna Sandra Fonseca. Desde entonces, se ha convertido en una muy agradable costumbre visitar su casa por estas fechas y obligado, visitar la cascada.
Compartir con estas muchachas, caminar alrededor del lago, platicar alrededor de una fogata en la noche fría o frente a una chimenea, son vivencias invaluables, pero, sin duda, visitar la cascada es el premio mayor. Este fin de semana, de viernes a domingo, fue la quinta vez que estuvimos allí, por cierto, con lluvias y mucho frío. Gracias a todas.