Lo que vivieron niños, mujeres y familias enteras el martes 23 de Febrero a las 6:30 de la mañana en la carretera federal San Luis-Sonoyta, es traumático, aunque no hubo fallecidos. Sicarios del crimen organizado vestidos de militares y pasamontañas en número de casi cien improvisaron un retén en el kilómetro 39 rumbo a Sonoyta; dejaban transitar a los vehículos de carga y pasajeros, en tanto, con fusiles de asalto, despojaban de sus ropas a niños, mujeres y hombres; les arrebataron sus teléfonos, sus pertenencias y sus vehículos.

Dos horas y media después, arribaron las fuerzas militares, federales, estatales, ya que había pasado todo. Asistieron a las víctimas, entre ellos un militar que viajaba de civil, y que fue herido y trasladado por los servicios de rescate a san Luis.

A falta de una alerta de las instituciones de gobierno, es importante que los medios de comunicación alertemos a cuanto viajero quiera transitar de San Luis-Sonoyta-Caborca y viceversa, a no hacerlo en la oscuridad, de madrugada o de la noche. Son casi 200 kilómetros sin vigilancia y sin servicios de ningún tipo. La Carretera de la Muerte cruza una de las zonas protegidas por la UNESCO, la Reserva de la Biósfera de El Pinacate. En estas circunstancias de inseguridad, abandono y violencia, ni se le ocurra a usted ingresar hacia la parte norte de la carretera, es decir hacia el cerco fronterizo. Ahí es sabido que es lugar de actividades de los grupos criminales que trafican personas y drogas y armas.

Carretera de la Muerte se le llamaba hace 50 años por la estrechez del pavimento, por los constantes accidentes entre Sonoyta-San Luis. Gracias a reportajes de investigación de los reporteros de diversos medios regionales, durante el período de los legisladores federales Leonardo Guillén y Enrique Reina, fue que se logró, en el sexenio del presidente Felipe Calderón, ampliar la Carretera Federal. Incluso se construyó la Costera El Golfo-Puerto Peñasco.

Hoy ante la incapacidad de todas las autoridades de Seguridad, incluso pese al trabajo del sonorense Alfonso Durazo, como secretario de Seguridad del país, ha sido más que imposible contener a los viejos y nuevos grupos criminales que tienen azorada a comunidades como Caborca, Sonoyta, San Luis, Peñasco y El Golfo. Incluyendo pequeñas poblaciones como El Saric, La Nariz, ejidos sonorenses y bajacalifornianos; en donde imponen sus condiciones a las propias autoridades de todos los niveles.

Quizás no sea una complacencia, sino el instinto de supervivencia de los propios policías que no tienen la capacidad de respuesta bélica ni logística que los criminales, muchos de ellos desertores del ejército o fuerzas armadas; hacen prácticamente lo que les da su gana ante la impotencia de las policías de todos los niveles.

Lo que ocurrió este martes 23 de febrero en el kilómetro 39, a unos kilómetros del retén militar Cucapah, es inédito.

No es la primera vez que ejecutan policías federales, enfrentan al ejército o a la marina o asaltan y matan a quien tenga la desgracia de vivirlo. Esta vez no hubo ejecutados, lo traumático fue dejar sin ropa a niños , mujeres, padres de familias; despojados de sus pertenencias, especialmente sus vehículos.

Los medios deben alertar a los viajeros a que no crucen esta ruta en la madrugada o en la noche, que es cuando los sicarios o criminales aprovechan para cometer estos delitos que ponen en riesgo la vida de familias que viajan, desconociendo la grave situación que ocurre desde al menos hace 10 años, aunque recurrentemente esto sucedía históricamente por ser territorio de apaches, tribus salvajes, que como hoy, en los siglos pasados despojaban y asesinaban a familias que viajaban en diligencias u otro medio de transporte en los siglos XVI al XX.

En pleno siglo XXI, la Carretera de la Muerte es hogar del crimen organizado ante la impotencia o indiferencia de las autoridades de todos los niveles.

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