Ramón Álvarez

“José José
1948-2019
Otoño 2019.

“Que triste es decirte adiós,
JOSÉ JOSÉ, cayó y nunca dejó de creer en el amor.!

“Rodó de aquí para allá, fue de todo sin medida… pero siempre creyó en el amor”. Ese es el epitafio con el que a José José, hoy ya muerto, le gustaría ser recordado.

Como cuando muere alguien de la realeza, hoy todos hablamos de él. Se ha ido y que triste resulta decirle adiós al verdadero príncipe de la canción romántica.

Más que triste, llegó cansado. Agotado de ir de aquí para allá y rodar, como muchos jóvenes que cuando buscan la fama como artistas, tocan puertas para ser escuchados donde se lo permitan.

José José, el verdadero e indiscutible soberano de la canción romántica en México y Latinoamérica, previo a su última actuación en Mexicali, acudió a diversos medios de comunicación a promover su evento para consecuir fondos. Estaba en bancarrota y necesitaba sobrevivir.

95 millones de discos vendidos, con los más memorables éxitos en la décadas de los años 70, 80 y 90, como “Amar y Querer” “Almohada” Gavilán o Paloma”, de aquel cantante no quedaba ya más que las ganas de vivir.

Menguados por tropiezos y excesos de su vida intensa, llegó a la redacción y sin más se presentó con el entusiasmo de un debutante con toda la actitud. Era 2016:

”¿Mi hermano, cómo estás?, ¡qué gusto conocerte!!”, fue su saludo y presentación de una charla pactada para 10 minutos y prolongada por dos horas.

Era la primera ocasión que coincidíamos, frente a frente, su voz pausada, desgarradas las cuerdas vocales de cuyas grandezas, sólo quedaban sus canciones. José José, charló de sus caídas, excesos y esperanzas, más que con nostalgía o melancolía, con el optimismo de un hombre que mantiene la fe a pesar de todo y que evidentemente era creyente y agradecido con Dios y la vida para seguir en pie.

“Mi hermano, sin el cariño que la gente me da a cada momento y en todos los lugares donde llego, yo ya me hubiera muerto hace mucho.”

“Es el cariño que me mantiene aquí con ustedes”, aceptó mientras sentado en la minúscula oficina del diario, observaba a un pez que nadaba sin preocupaciones en su pecera.

“Muchas veces en la vida estuve como ese pescadito, completamente solo y abandonado por amores pasajeros que decían amarme y que cuando no hubo dinero se fueron de mi vida sin más ni más”, platicó mientras miraba al pececillo.

¿Cuáles han sido sus mayores gozos en la vida?, pregunté para aligerar la tristeza del ambiente.

“Mi madre, el amor del público y mis hijos, en ese orden”, contestó con mirada triste y sonrisa a flor de piel y los huesos, su rostro denotaba que evidentemente estaba enfermo.

Delgado visiblemente con rumores de revistas y programas de televisión que aseguraban padecía cáncer y oficializado cinco meses después.

De aquel José José, casi adolescente que en 1970 en el Festival OTI dejó a público y colegas, entre ellos Marco Antonio Muñiz, con la boca abierta tras su su interpretación de “El Triste”, no quedaba nada más que el recuerdo y una bondad que siempre manifestó en su vida diaria, quienes lo conocían como ser humano.

¿Qué pudiera pedirle a Dios y a la vida en estos momentos? Repitió en voz alta la pregunta:

“A la vida, ya nada, pues cada día que me da, es un regalo enorme”, aseguró con la voz arrastrada por el esfuerzo.

“¿A Dios? se cuestionó en voz alta, ¡menos!, respondió de inmediato también en corto.

”Me ha dado todo lo bueno y malo para aprender”.

“Me enseñó con sufrimiento todo lo que dejamos ir por torpes, me enseñó y me dio con todo y equivocaciones y tropiezos, mucho más que lo que soñé tener en la vida como hombre, ser humano y cantante”.

– ¿Si pudiera escoger un epitafio cuál sería?
– ¡Mi hermano, qué pregunta!: “Rodó de aquí para allá, fue de todo y sin medida, pero siempre creyó en el amor!”

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