La comunicación ha jugado un papel central durante la gestión de la pandemia por COVID-19. Desde fines de febrero del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó sobre la Infodemia que crecía globalmente. En ese contexto, el 27 de marzo me comuniqué vía WhatsApp al número +41 22 501 76 90, registrado en Ginebra, Suiza. Solicité datos para un paper que iniciaba y el bot oficial que la OMS había lanzado ese mismo día, respondió con un menú informativo.

De manera particular, capturó mi atención el punto cuatro, denominado: Rumores. Algunas aclaraciones me resultaron asombrosas, como que añadir picante a las comidas o comer ajos no tenía efectos preventivos ni de cura; que las moscas domésticas no transmiten el virus; que exponerse a altas temperaturas no restablece la salud a los infectados y que las redes 5G de telefonía móvil no propagan la COVID-19.

La Infodemia, es definida por la OMS como la saturación informativa sobre un tema concreto, surge de las palabras información y pandemia. Esta sobreabundancia puede incluir información no verificada, desinformaciones y rumores, lo que dificulta que las personas encuentren orientación fidedigna para protegerse de la COVID-19.

Los medios de comunicación y las redes sociodigitales funcionan como cajas expansoras de las percepciones del riesgo, Ali y un grupo de investigadores, señalan que las personas aprenden sobre el riesgo a través del consumo de noticias, los medios no solo brindan información sino interpretaciones de las problemáticas asociadas al riesgo, una cobertura sensacionalista sobre un brote de enfermedad infecciosa puede amplificar la percepción del problema.

La incertidumbre y la desinformación pueden generar estados de ansiedad y miedo.

Esto explica que muchos de nosotros podamos nombrar, por lo menos un caso, de salud mental deteriorada entre familiares, amigos o compañeros de trabajo. Personas que nunca imaginaron llegarían a sentir tanto miedo con solo ver un comentario en Facebook sobre la pandemia o escuchar a lo lejos una noticia relacionada con el Coronavirus en televisión local.

Las clínicas psicológicas privadas han aumentado significativamente el número de consultas vía plataformas digitales y los servicios públicos de atención psiquiátrica, se han disparado este año en la frontera entre Mexicali y Valle Imperial. Los profesores Lerner y Keltner, han documentado que las personas con miedo tienden a percibir un mayor riesgo porque viven una sensación de incertidumbre debido a la desinformación y poco control sobre sus situaciones.

Finalmente, tenemos en nuestro entorno transfronterizo el ejemplo de flujos de personas cruzando “la línea” en los dos sentidos, para realizar compras irracionales causando desabasto de agua embotellada, papel higiénico, cubrebocas y desinfectantes, durante marzo y abril. El miedo se asomaba. También, he registrado cientos de notas periodísticas y comentarios públicos en foros de Facebook sobre el miedo al contagio y a “los otros”. Puedo afirmar que es una realidad demostrable la construcción social del miedo pandémico.

¿El miedo a “los otros” se articula con discursos de odio y xenofobia en un entorno de múltiples migraciones? ¿De qué manera influye el cierre de la frontera, en la construcción simbólica del miedo a “lo que viene de allá”? ¿Cuál es la mejor forma de gestionar alternativas de solución para estas problemáticas que serán parte de la “nueva normalidad”?

*[No. 6/2020]. El autor de esta publicación es profesor-investigador en la Facultad de Ciencias Humanas, UABC.

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