Eduardo Navarro González

Cuando era candidato y ahora presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump parece mantenerse firme e inamovible en su retórica racista, xenofóbica y supremacista porque ni los ataques terroristas y mortales contra mexicanos le hacen mella.

Es claro que en la comodidad y protección que le brinda el espacio presidencial no le afecta la sangre derramada, las confrontaciones y amenazas contra los ilegales porque su exhorto público contra éstos es: “dispárenles”… mientras sigue la cacería de indocumentados en Mississippi y otras partes de los EU dividiendo familias y provocando angustia e inenarrable dolor para los deportados que, impotentes, ven cómo policías y agentes de origen latino protagonizan las detenciones y abusos…

Y lo más triste de este doloroso viacrucis para los indocumentados después de llegar a suelo estadounidense es que “su gente” dentro y fuera de Estados Unidos ni se ven ni se sienten, por eso las simbólicas manifestaciones que algunas decenas hicieron contra Trump en El Paso, Texas y otros lugares visitados por el multimillonario, hijo de Mary Anne MacLeod, una migrante oriunda de Tunga, Reino Unido, pero nacionalizada estadounidense en 1942…

Sin embargo, no por inefectivas y hasta ahora estériles acciones y prácticas sociales y gubernamentales para tratar de defender los derechos humanos de los indocumentados el supremacismo va a salir airoso…recordemos, por ejemplo:

En los 60`s, una ola generalizada de protestas e indignación obligó al presidente estadounidense Lyndon B. Johnson a aprobar la Ley de Derechos Civiles y el Derecho a Voto para acabar con la extrema violencia que practicaba el extinto Ku Kux Klan; Martin Luther King venció el apartheid estadounidense contra los afroamericanos con diversos movimientos masivos y no violentos; a Hitler los alemanes lo dejaron de idolatrar cuando comenzaron a sufrir consecuencias del holocausto y como no recordar la hazaña de Nelson Mandela al encabezar una resistencia pacífica a toda prueba que redujo a su mínima expresión el apartheid en Sudáfrica, etc…

En todos los casos hubo liderazgos firmes que multiplicaron a sus seguidores por millones, no tuvieron miedo y menos tolerancia a las violentas respuestas, al costo de defender sus legítimos derechos, sin subestimar en esto que el supremacismo, como la xenofobia y el racismo todavía se observan en distintas partes del mundo, incluido México, donde no pocos pueblos indígenas ven lejos el trato humanitario y respeto que merecen…

El punto es, reitero: ¿dónde están esos líderes y los pueblos que deben solidarizarse para contener y abatir el sufrimiento y asesinatos que causan a su gente en tierra propia o extranjera?…Porque si se trata de corregir actitudes criminales a través de frágiles posicionamientos, cartas o reclamos diplomáticos, el Creador guarde la hora en que más tragedias ocurran. ¿O no?

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