Eduardo Navarro González.

En pleno siglo XXI, cuando las grandes potencias lucen y presumen sus alcances en materia educativa al no solo generar sino atraer para su beneficio auténticos cerebritos de otras partes del mundo, México se ve envuelto en un escenario impropio, tanto que en el corto y mediano plazo su “plantilla” de maestros en educación básica será trastocada por quien sabe cuántos literalmente reprobados para dar clases y una generación “burra” de nuevos estudiantes que, a sus 8 años de edad no sepan leer, escribir y menos razonar.

Mire usted, creo nunca antes la sociedad mexicana se imaginó que a nivel constitucional ocurrieran dos escenarios totalmente adversos cuando se exige, se trabaja y se esmera una sociedad en mejorar la calidad de la educación pública:

Primero, en echar al bote de la basura –literal– la posibilidad de que las autoridades de manera institucional y rigurosamente profesional evalúen el desempeño de quienes tienen bajo su alta responsabilidad educar a millones de niños, de tal suerte que si no demuestran resultados positivos y probada capacidad quedarían fuera del aula y

Segundo, dejar vigente el salvoconducto para que los escolares pasen de preescolar a primero de primaria y de éste a segundo de primaria sin mayor justificación que haber tenido presencia en la escuela. Es decir, sin que haya prueba de por medio para saber si aprendieron o no los principios escolares en los grados que les tocó cursar…

Dicho en otras palabras, tanto en el magisterio como en el grueso de estudiantes de preescolar hasta segundo de primaria, en todo México habrá burros reprobados que ni al 6 de panzazo lleguen…

Qué triste transitar por estas medidas educativas ya constitucionales y que derivarán en demérito de la calidad educativa y, por supuesto, sustentando y procreando maestros sin vocación y estudiantes sin voluntad de aprender.

Mientras, en el Congreso de la Unión la mayoría de legisladores festejan la contra-reforma bajo el falso argumento de que con la misma se garantiza una mejor educación pública cuando esto nunca ha sucedido ni siquiera con la anterior norma constitucional que exigía pruebas de control y capacidad a los maestros para seguir dando clases…

No nos engañemos ni engañemos a los inocentes menores estudiantes: Lejos han quedado los años en que los padres de familia vigilaban el buen desempeño de maestros y llamaban la atención de sus hijos por sacarse un mísero seis de panzazo que merecía “castigos”, de tal forma que, en adelante, solo veremos una educación básica huérfana porque nadie querrá cobijarla, se darán evasivas y argumentos políticos y retóricos que de nada servirán en casa, en la escuela y al país porque nos inundarán, como manzana podrida, maestros incompetentes incrustados a modo y a fuerza en las aulas y generaciones de estudiantes hasta con 8 o quizás más años de edad que pasan en automático de grado escolar sin conocimientos bàsicos, como iletrados o analfabetas, que nomas calentaron el “pupitre”.

Esta realidad no se puede explicar de otra manera y conste que la educación, o mejor dicho, en la calidad de la educación, esta la base de un verdadero porvenir sano y prometedor para toda persona y ese derecho a los mexicanos se les ha arrebatado con una simple reforma. ¿O no?

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