Eduardo Navarro González

En tiempos del Coronavirus en prácticamente todos los medios de comunicación se lee, escucha y observa cómo por millones se multiplican las personas que denotan ánimos caldeados…es decir, excitados, intolerantes, apasionados, intranquilos, imprudentes, tercos, léperos, etcétera…

Así es como la confrontación entre mexicanos es, desafortunadamente, una realidad y no podría ser de otra manera cuando la denostación pública se practica como deporte diario hace más de un año…y eso no es bueno para nadie porque más temprano que tarde habrá quienes pasen de los dichos a los hechos, sean civiles o servidores públicos y en tierra fértil donde no escasea el ¡sálvese quien pueda! mientras el crimen organizado renace como Ave Fénix para brindar apoyo alimentario y protección para los que considera sufren hambre, miedo…

Esa realidad duele porque proyecta a México y a los mexicanos ante el resto del mundo (que por igual afronta la crisis de salud y económica), como el vivo ejemplo de lo que no debe ocurrir en una sociedad que se precia de ser humana y solidaria, pero ahora desarticulada por la manera de perogrullo con que se vienen administrando los periodos de penetración del COVID-19, que seguirá matando, invariablemente, a miles de personas, porque de una cosa hay que estar seguros TODOS: nadie, joven o adulto, mujer u hombre, sabe a ciencia cierta si sobrevivirá al virus…

Es triste, entonces, reconocer la ausencia de asertividad y pertinencia para sumar y multiplicar voluntades propositivas en vez de restar; escuchar, reflexionar y ceder a razonamientos y propuestas viables y realistas en vez de imponer y por supuesto en la simple práctica de dar en vez de quitar…

Ese amorfo escenario mexicano parece la base donde gira la pirinola con el repetitivo y cruel resultado de que “TODOS PIERDEN”. Pero qué importa para nuestra idiosincracia cuando de la muerte nos burlamos tanto que cualquiera hoy en día tararea: “si me han de matar mañana…que me maten de una vez”, como escribió don Rafael F. Muñoz en uno de sus cuentos de la Revolución y total, ¿qué tanto es tantito?, como dijera el tepiteño y ya desaparecido escritor y cronista Armando Ramírez, autor no solo de la exitosa novela Chin-Chin, el teporocho, sino también de los ahora famosos términos de chairo y fifí

Así, en el paso a paso que los mexicanos experimentamos con el C-19, el desempleo, hambre y temor, también están los menos visibles que en soledad pero llenos de fe y esperanza legítima en el Creador piden se apiade y con su infinita misericordia perdone porque, sinceramente, en México se multiplican peligrosamente los que no saben lo que hacen, lo que dicen, lo que quieren y hasta lo que no quieren…

Mientras y como tarea para los científicos que conducen el devenir y salud de los mexicanos, el Dr. José Narro, ex Secretario de Salud sentencia: Ese grupo de “especialistas” sabe que para dimensionar la magnitud de la pandemia con el modelo “Centinela” hay que multiplicar por 37.7 cada muerto o infectado. Vaya encrucijada. ¿O no?

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