Eduardo Navarro González

En cualquier parte del mundo hay impunidad que se traduce en corrupción e injusticia; ocurre en prácticamente todos los ámbitos del quehacer humano y data de muchas décadas si de México se tratara…

Hoy en día tenemos, por ejemplo, la exhibición mediática que viste de cuerpo entero a los protagonistas en el lozoyagate en la era peñanietista y el etilenogate en la calderonista, ambos casos diseminados en la opinión pública con tal esmero de no pocas voces que, en vez de ser objetivas y sin falso colorido, lucen consciente desmemoria del entramado histórico en que se siguen desenvolviendo los saqueadores del dinero, riqueza natural y bienes de los mexicanos trabajadores…de nadie más.

Además, no son pocos los que comparten que la narrativa de parte de la clase política nacional es de perogrullo, para unos es lo mismo pero no igual al modus operandi de la delincuencia organizada y para otros, peor aún, ocurre a costa del ya de por si viacrucis en que se ha convertido la existencia de millones de mexicanos, más los empobrecidos que no tienen reposo en su lucha diaria para sobrevivir.

Así las cosas ¿de qué sirve o qué utilidad tiene para el que le urge el apoyo solidario estar “bombardeado” de los vergonzosos casos de impunidad y corrupción que hoy, como ayer, puede dejar a la sociedad con un palmo de narices…?

¿De qué sirve, visto desde otra perspectiva, sacar a la luz pública tanta porquería del bote etiquetado de impunidad y corrupción cuando todavía son ineficaces la procuración y la administración de justicia?

Esta muy añeja impunidad y corrupción que corroe el bienestar de millones de mexicanos no merece, entonces, tanta parafernalia cuando alrededor de las insultantes raterías ocurren tragedias a inocentes como la adolescente que en esta semana murió por sobredosis en un picadero luego de 17 años de sobrevivir a quien sabe qué infortunios, o el triste destino del trabajador desempleado que contra su voluntad recolecta latas, fierros o lo que sea para obtener unos pesos y sobrevivir junto con su hambrienta familia…

Por todo eso y mucho más que importante y útil sería para el ciudadano común (mas no corriente) que en vez de magnificar, hacer series de TV y apología de los hechos de impunidad y corrupción, mejor es multiplicar y privilegiar en todo espacio posible historias de éxito y las que enaltecen el quehacer humano; y no porque no ocurra esa cobertura, sino porque ante las adversidades que permean a cada vez mayor número de familias mexicanas entre más tiempo, recursos y esfuerzos les dediquemos a los frágiles mejor será nuestro existencia.

Las realidades que desnudan y rodean nuestro entorno nos exige ser más humanos, tanto que lo demás sea lo de menos y porque la historia nos ha enseñado a los mexicanos que no basta saber quiénes delinquen sino probarlo para que reciban el debido castigo ahí, en un tribunal, no en la prensa.

Nomas como antecedente, tome en cuenta que México esta en el grupo de los 19 países con mas alta impunidad (ver pag. 57 del “Indice Global de Impunidad 2020, elaborado por la Universidad de las Américas Puebla https://www.udlap.mx/cesij/files/indices-globales/0-IGI-2020-UDLAP.pdf

Mire usted y ya para finalizar, está científica y socialmente comprobado que las noticias de corrupción solo generan animadversión, enojo, encabronamiento, mientras que los medios que difunden casos de abuso a gente frágil o indefensa, enferma, etc., casi siempre surgen respuestas positivas en su apoyo traduciéndose así una denuncia en un acto humanitario espontáneo que vale mucho más que cualquier corruptela, la que sea. ¿O no?

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