Ciudad de México. Luis Echeverría Álvarez, quien gobernara México entre 1970 y 1976 murió este sábado a los cien años de edad, en su residencia de Cuernavaca, Morelos. Fue el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien  dio a conocer el hecho a través de su cuenta en Twitter.

Con un estilo populista e hipernacionalista, el polémico expresidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) será recordado como un funcionario que concentró en su figura la dualidad absoluta. Por un lado, y de cara al mundo, fue un fervoroso creyente en las políticas progresistas y el socialismo como una forma de contrarrestar el imperialismo de Estados Unidos. Por el otro, y en su visión de política interna, fue un autócrata de mano dura que no dudó en reprimir movimientos sociales para mantener la estabilidad del sistema político del partido único.

Echeverría, quien nació en la Ciudad de México, en 1922, llegó a la Presidencia de México en diciembre de 1970 tras derrotar al candidato de la derecha, Efraín González Morfín, por diez millones de votos. En la campaña, el exsecretario de Gobernación del presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) llegó a ser llamado “el nuevo Cárdenas”, en honor al presidente que dio un rostro de modernidad a un México que sufrió las secuelas de la Revolución. Antes de llegar al poder, Echeverría había hecho campaña, quizá de modo algo ingenuo, con la idea de que tendría una buena relación con Estados Unidos. “Soy anticomunista”, proclamó con orgullo en una visita a Washington.

Las cosas cambiaron extraordinariamente en poco tiempo para este abogado de la Universidad Nacional, quien había comenzado su trayectoria política incorporándose al partido en 1946. Al llegar a Palacio Nacional a inicios de la década de los setenta la relación entre México y su vecino del norte se agrió. La economía fue un factor determinante en aquella descomposición. Washington se negó a hacer una excepción con México y Estados Unidos al imponer un arancel de 10% a las importaciones, en una reacción proteccionista similar a la que los tres países viven 47 años después. Esta era inflacionaria rompió con el ritmo de crecimiento de la economía a lo largo del periodo conocido como Desarrollo estabilizador. Cuando Echeverría ganó las elecciones, la inflación oscilaba entre el 4 ó 5%. Al terminar su sexenio, en diciembre de 1976, era de 19%. La economía creció 6% en su Administración gracias al impulso del petróleo y a pesar de un estilo derrochador que aumentó en dos millones de personas la burocracia. El oneroso dispendio colocó la deuda exterior mexicana en 26 mil millones de dólares, según recuerda el diario El País.

Echeverría enfrentó otra de sus grandes crisis a escasos meses de tomar posesión. A finales de marzo de 1971 miles de estudiantes de la Universidad de Nuevo León, al norte del país, expulsaron al rector y tomaron las instalaciones de rectoría exigiendo derogar la ley orgánica. La manifestación tuvo eco en la capital del país y el movimiento estudiantil de Ciudad de México convocó a una marcha en su apoyo el 10 de junio. La protesta era importante porque era la primera desde la matanza del 2 de octubre en la plaza de las tres culturas de Tlatelolco. Contaría con la presencia de varios líderes estudiantiles que habían sido encarcelados y liberados después por gracia de Echeverría. Durante la marcha, celebrada el día de Corpus, los policías que servían de contención desaparecieron y un grupo de choque, conocido como Los Halcones, reprimió nuevamente a los estudiantes. La cifra de muertos se desconoce hasta hoy, aunque algunas versiones hablan de entre 12 y 40 fallecidos.

El historiador Enrique Krauze recuerda que varios intelectuales cerraron filas con Echeverría tras la matanza del jueves de Corpus. Entre ellos se encontraban los escritores Fernando Benítez y Carlos Fuentes, quien llegó a escribir que no apoyar al mandatario era “un crimen histórico”. Carlos Monsiváis, quien dirigía el suplemento cultural de la revista Siempre!, censuró un texto de Gabriel Zaid que llamaba a Echeverría un “criminal histórico”.

El Halconazo, como los mexicanos conocen al episodio, es uno de los momentos más oscuros del mandato de Echeverría. No fue sino hasta la transición democrática del año 2000 que la justicia intentó llamar a cuentas al expresidente. El Gobierno de Vicente Fox, el primero que no emanó del PRI, creó una fiscalía especial para investigar la represión de la Guerra Sucia, la persecución de movimientos sociales de izquierda, la Guerrilla, por las fuerzas federales y el Ejército.

El fiscal designado para esa tarea, Ignacio Carrillo, presentó cargos de genocidio y solicitó la detención de Echeverría por el asesinato de 25 personas. Aquellos esfuerzos resultaron en un fiasco, pues el expresidente solo estuvo en arraigo domiciliario nueve días. Un juez rechazó la detención del expresidente argumentando que los delitos habían prescrito. Echeverría era percibido por la mayoría de los mexicanos como el ejecutor de la represión que llevó a la matanza de 1971 y uno de los principales responsables de la ocurrida en 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, cuando Echeverría ostentaba el cargo de secretario (ministro) de Gobernación de Díaz Ordaz. Sobre él caían muchas responsabilidades de seguridad e interior.

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