“La gente es pacífica, es como cualquier pobre que busca pan, que busca ayuda”. Sor Bertha, religiosa que viaja con el grupo de centroamericanos auxiliándoles y compartiendo con ellos el cansancio, el hambre y el frío, pide a las comunidades de la frontera que no les tengan miedo. “…la mayoría de los que vienen en este éxodo así vienen”, señala en entrevista vía telefónica mientras se encuentra en Sonora esperando reagrupar la caravana para seguir su trayecto rumbo a Tijuana.

La religiosa acompaña la caravana migrante desde su salida en Guatemala.

Mientras los albergues en Mexicali están llegando este viernes a su máxima capacidad, la hermana fundadora de la Congregación de las Misioneras de Cristo Resucitado, comenta que son unas mil 500 personas las que se encuentran transitando actualmente por territorio de Sonora.

Esta cifra incluye a los participantes en el accidente registrado la madrugada de este viernes antes de llegar a Sonoyta, y a quienes fueron detenidos por autoridades de migración “Es una situación muy difícil porque los pobres fueron sustraídos en una situación muy precaria, con mucho miedo, con hambre, con frío…gracias a Dios han liberado a un buen grupo”, narra en torno a la detención de familias centroamericanas que viajaban en dos autobuses.

Sor Bertha López justifica algunos rasgos de desesperación como algo que podría experimentar cualquier persona que estuviera pasando lo que estas personas viven en este momento.

“A lo largo de toda esta caravana considero que por lo menos más del 95% de las personas son gente tranquila, son familias, mujeres solas, hombres, pero no son groseros. Obvio, sí alcanzo a ver que se preocupan mucho cuando tienen ya 24 horas sin comer y que estamos a 30 kilómetros de los pueblitos”, explica la religiosa.

“Es gente que viene necesitada, no tiene maldad, en este punto ahorita están muy agotados, no han tenido comida, agua, lo necesario”, narra.

Y es que en su experiencia, a cada pueblo que ha arribado la caravana, han sido recibidos con mucho amor, pero en ocasiones los autobuses los dejan muy lejos de las entradas a la siguiente ciudad, en pleno campo, lejos de algún sitio donde darle de comer a los niños, entre el hambre y el frío.

“Estamos acompañándolos, curándoles los pies, este último jalón ha sido muy duro…espero que salgamos justo de Navojoa para que las cosas se den”, dice la religiosa.

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