Luis Humberto no puede contener el llanto. Ya pasó más de un mes de su accidente de trabajo y es evidente la necesidad de un apoyo profesional que le ayude a aceptar la pérdida de su brazo derecho y que tiene toda una vida por delante para todavía lograr muchas cosas. Pero también ocupa el apoyo que por ley le corresponde para volver a comenzar.

Era su primer trabajo. A los 18 años decidió poner pausa a sus estudios para ayudar en los gastos de la casa que antes cargaba sola su mamá, Griselda Santacruz. Ambos, junto con una pequeña hermana, viven en un domicilio del ejido Irapuato, una comunidad ubicada en la zona norte del Valle de Mexicali, a unos 25 minutos en auto de la zona urbana, que cuenta con un puñado de cuadras y con calles de tierra que se anegan cada vez que llueve.

La lluvia de días pasados no se ha secado. Ha dejado estragos cada vez más severos en el pavimento de la carretera que conduce y atraviesa el poblado, al grado que los viajeros prefieren irse por terracería y sortear los charcos entre parcelas que flanquean la ruta hacia la zona habitacional.

A una cuadra del parque público de ese ejido se encuentra una casa rosa donde viven Luis Humberto Ruiz Santacruz, su madre y su hermana.

De ahí salió la mañana del 9 de noviembre rumbo a la empresa Rancho Las Palmas, donde preparan dátiles para exportación.

Él era el encargado de una máquina donde se trituraban dátiles para hacer una pasta que sirve de relleno de dulces hechos a base de ese producto nativo del Valle de Mexicali.

Luis Humberto narra que rápidamente se hizo responsable de la operación de dicha máquina, donde utilizaba sus manos para acercar el fruto hacia la zona donde empezaba su procesamiento.

Sin embargo ese día le pidieron que, además de realizar su trabajo, tenía que entrenar a un haitiano recién contratado. Recuerda el joven que batalló mucho para poderse comunicar con el trabajador recién llegado, pues no hablaba español, y en un momento determinado, al apresurarse para no atrasar la producción, su mano fue atrapada por los dientes de la maquinaria.

Cuando lograron liberar al joven de entre los fierros, ya había perdido desde la mano derecha hasta el antebrazo del mismo lado. Fue atendido de urgencias en el IMSS, donde permaneció internado hasta que fue dado de alta.

A partir de entonces comenzó el verdadero problema. Ni en la empresa ni en la Junta de Conciliación le han dado ni orientación y mucho menos solución para lo que le corresponde por la pérdida de su brazo.

A la fecha no ha recibido ningún tipo de apoyo psicológico que le ayude a aprender a vivir con esta pérdida, a superarla y a salir adelante, comenta su madre. Sus amigos y compañeros del trabajo, le han visitado para expresarle su apoyo, su solidaridad, pero es todo lo que ha conseguido.

“Quisiera estudiar, no quiero quedarme sin hacer nada…creo que todavía puedo comenzar de nuevo”, menciona el joven que considera que este incidente podría representar una segunda oportunidad para él.

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