EL PAÍS

Es ley. En Argentina, las mujeres que decidan interrumpir su embarazo podrán hacerlo de forma legal, segura y gratuita en el sistema de salud. El Senado ha aprobado la madrugada de este miércoles la legalización del aborto hasta la semana 14 por 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención. Ha enterrado así la ley vigente desde 1921, que lo consideraba un delito excepto en caso de violación o riesgo para la vida de la madre.

En las calles, la marea verde feminista ha estallado de alegría. “Lo conquistamos. ¡Es ley!”, apareció escrito en todas las pantallas gigantes instaladas en el lado verde de la plaza frente al Congreso. Con aplausos, lágrimas y largos abrazos la multitud festejó el desenlace de una larga batalla.

Con la nueva legislación, Argentina vuelve a situarse a la vanguardia de los derechos sociales en América Latina. Desde este miércoles es el primer país grande de la región en permitir que las mujeres decidan sobre sus cuerpos y si quieren o no ser madres, como ya hicieron antes Uruguay, Cuba, Guyana y Guayana francesa. En los demás, hay restricciones totales o parciales.

La iniciativa, aprobada en la Cámara de Diputados dos semanas atrás, contempla que las mujeres gestantes podrán acceder a un aborto legal hasta la semana 14 tras firmar un consentimiento por escrito. Estipula también un plazo máximo de 10 días entre la solicitud de interrupción del embarazo y su realización, con el fin de impedir maniobras que retrasen el aborto hasta evitarlo.

La presión de grupos religiosos y conservadores para mantener la criminalización del aborto ha sido muy fuerte, pero no ha sido suficiente para repetir el resultado de 2018, cuando el Senado rechazó el proyecto de ley. Aun así, se anticipa una fuerte ofensiva legal.

En el país del papa Francisco, la Iglesia tiene aún mucho predicamento. No solo porque trabaja junto al Estado en la asistencia de los más pobres, a través de cientos de comedores. La cercanía de Francisco con el presidente Alberto Fernández es evidente, y la cuestión del aborto fue siempre un territorio incómodo de disputas. La plaza frente al Congreso fue evidencia de ello. Del lado celeste, donde se congregaban los grupos contrarios al aborto, sacerdotes celebraban misas ante altares improvisados y los manifestantes portaban cruces y rosarios, fotos de ecografías y un enorme feto de cartón ensangrentado.

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