El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no dejó lugar a dudas. Ovidio Guzmán, hijo del narcotraficante El Chapo Guzmán, fue detenido y, posteriormente, liberado después de que las autoridades se vieran desbordadas ante el poder de los criminales. “Estaban en riesgo muchos ciudadanos, muchas personas, muchos seres humanos.

Se decidió proteger la vida de las personas y yo estuve de acuerdo con eso”, ha argumentado el mandatario este viernes durante su conferencia mañanera. La retirada de los cuerpos de seguridad abortó la detención planeada del narcotraficante, que el secretario de Defensa, Luis Cresencio Sandoval, ha reconocido como “fallida, deficiente e improvisada”.

López Obrador puso fin a horas de conjeturas sobre lo que ocurrió con el hijo de El Chapo en Culiacán durante la tarde del jueves, horas en las que los enfrentamientos entre militares y criminales sembraron el caos y el terror en la capital de Sinaloa. Aún hay muchos interrogantes sobre el relato de lo ocurrido, pero el mandatario ha admitido que fue el gabinete de seguridad —los principales mandos militares y el secretario de Seguridad Pública— quien tomó la decisión de liberar a Ovidio Guzmán “Yo avalé esa decisión porque se tornó muy difícil la situación”, ha incidido López Obrador.

“No se trata de masacres, ya eso terminó”, ha justificado el presidente de México. “La decisión se tomó para proteger a los ciudadanos. No se puede apagar el fuego con el fuego”, ha argumentado López Obrador, para quien su decisión describe “la diferencia de esta estrategia con la de otros gobiernos”. “No queremos muertos, no queremos la guerra. Esto les cuesta trabajo entenderlo a muchos. La anterior estrategia convirtió al país en un cementerio, lo he dicho una y mil veces. Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”, insistió López Obrador, para quien esto no implica fragilidad del Estado.

“No hay impunidad porque no hay contubernio entre delincuencia y autoridades”. “Sobre si se demostró debilidad del Estado es más que nada una conjetura de los expertos, sobre todo de nuestros adversarios. Los conservadores no van a estar contentos con nada”.

Mientras tanto en Culiacán, Sinaloa, la vida cotidiana se ha detenido. Se decretó suspensión de clases hasta nuevo aviso. Residentes de la ciudad ven como civiles armados caminan sin ningún recato por las calles de la ciudad, cuyos grandes almacenes, supermercados y restaurantes han cerrado sus puertas hasta que pase el peligro.

La gente desde sus casas, siguen las noticias y esperan novedades, mientras se escuchan disparos de manera esporádica en diferentes zonas de la ciudad. La guerra no ha terminado.

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