Argumentan prudencia quienes defienden el evidente fracaso del operativo que detuvo a Ovidio, hijo del narcotraficante más famoso y al parecer más poderoso en la historia de México. Aquí en mi rancho le decimos ineptitud.

Prudencia hubiera sido ejecutar un operativo que incluyera la parte que sigue después de que detienen al objetivo. Es evidente que quien organizó esta operación no pensó en los escenarios que se pudieran dar. Prefiero pensar que eso fue lo que sucedió y no que fue un montaje para que el Gobierno Federal negociara con el crimen organizado…otra vez.

Prudencia hubiera sido diseñar un operativo como muchos otros donde sin disparar una sola bala han sido encarcelados peces gordos de la delincuencia. Lo que este jueves sucedió fue una torpeza que puso en peligro la vida de los servidores a quienes mandaron a rendirse, y la de la sociedad en general.

Prudencia hubiera sido no llamar corruptos a los policías federales e intentar pisotear sus derechos laborales y humanos, para después convocarlos a apagar el fuego que el gobierno de la República encendió en Culiacán, Sinaloa.

Prudencia es la que debió caber en quien al parecer desde lejos diseñó un operativo sin saber que en Culiacán hay más gente armada que narcocorridos…

Prudencia sería haber detenido a los servidores públicos que desde esta frontera dotan de armamento a los grupos criminales que operan en distintas plazas del país…¡cómo! ¿No lo sabían? ¡Qué raro, porque si esa información la conoce un reportero como su servidor, los pomposos y costosos equipos élite de inteligencia de la Policía Estatal y del centro del país deberían también tenerla…a menos, claro, que sean cómplices…

Y luego sale el gabinete de seguridad federal diciendo que no fue operativo, que se encontraron al Chapito por mera casualidad, así como en los partes policiacos que se elaboraban antes…

Pero es cierto; el sometimiento de las instituciones ante la delincuencia no es un rasgo particular del gobierno de Andrés Manuel López Obrador; se da hace décadas.  Hace menos de 20 años, perplejo escuchaba directamente de un narcotraficante hoy preso, que era el crimen organizado el que ponía el orden y resolvía casos en Baja California, a cambio que se les permitiese “trabajar” en esta plaza. Así se llevaba la fiesta en paz. Eran los tiempos de El Grandote, de su Capitán, de los maletines repletos de dólares.

Así que las negociaciones entre el gobierno y el crimen organizado no son de hoy,  tampoco lo son los yerros en los operativos policiales; lo que sí es de hoy, es querer justificar lo injustificable.

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