Donald Trump regresa a la frontera de Estados Unidos con México. Son los últimos días de su mandato presidencial. Viene a comunicar los avances en la construcción del muro, piedra angular de su campaña presidencial de 2016. Pero, retorna disminuido, abandonado por decenas de sus colaboradores cercanos y “baneado”, porque su cuenta de Twitter, su principal canal de comunicación, le fue cancelada.

La Casa Blanca comunicó que este martes 12 de enero Trump estará en el pueblo Alamo, Texas. Viene a la frontera para destacar la construcción de un muro metálico que según ambientalistas de ambos lados, tendrá impactos perniciosos para múltiples especies en grandes extensiones ecosistémicas áridas y semiáridas, de la zona limítrofe entre los dos países.

Es su primer evento público después de que el miércoles 6 de enero incitara a marchar hacia el Capitolio en Washington, D.C. Miles de seguidores en turba irrumpieron en la sede del poder legislativo estadounidense. Estos hechos que produjeron la muerte de 5 personas, inauguran el 2021. Un año proyectado en la agenda global como turbulento, porque el mundo enfrenta la pandemia por Covid-19 y una crisis económica que promete acrecentar las brechas de desigualdad entre países y al interior de estos.

Trump es un magnate que llegó a la política tras una sobre exposición en la televisión norteamericana. Es un producto publicitario que encontró miles de votantes ávidos de sus mensajes de odio. Construyó con la fuerza de las palabras un discurso atractivo para amplios sectores de las clases media y baja que se sentían olvidados por el sistema. Dirigió su incontinencia verborrágica de factura nacionalista al centro emocional de los prejuicios y miedos de sus seguidores.

Primero la televisión y posteriormente, las redes sociales han reproducido su visión del mundo y de los otros. Su liderazgo entre amplios sectores de norteamericanos está sostenida por la violencia simbólica de su narrativa contra los inmigrantes mexicanos. Según Alex Cabo y Ana García, el discurso de odio se puede definir de manera general, como cualquier expresión de opinión o ideas basada en el desprecio y la animadversión hacia personas o colectivos a los que se desea el mal. Para el discurso de odio online, se ha acuñado la expresión de ciberodio, que representa un fenómeno descontrolado con un potencial de daño aún mayor. Son expresiones que incitan directamente a la comisión de actos de discriminación o violencia por motivos de odio racial, xenófobo, orientación sexual, u otras formas de intolerancia. Incluso, opiniones que fomenten los prejuicios o la intolerancia, ya que este tipo de expresiones contribuyen a generar un clima de hostilidad que puede llegar a desencadenar actos discriminatorios o ataques violentos.

Lo que hemos constatado con el discurso de Donald Trump es que la fuerza de las palabras desborda los límites de lo on line y se insertan en la realidad off line, justamente, porque la separación de los dos entornos es una falacia.
Los mensajes de Trump vía canales digitales encontraron destinatarios rápidamente porque el odio y la xenofobia están metidos en las visiones del mundo de muchos norteamericanos, no es un tema de dispositivos tecnológicos y redes digitales, es un tema de ciudadanas y ciudadanos con perspectivas de vida, con vacíos, filias y fobias alimentadas a lo largo de muchas décadas.
Creó la etiqueta “conceptual” de bad hombres, a su decir: delincuentes, violadores, traficantes y asesinos que vienen de México. La difundió ampliamente. Así que el muro se convirtió en una bandera, una causa, un símbolo de su lucha. Después de 4 años hoy regresa a la frontera. Viene al muro que inició y no ha concluido. Un muro que no ha podido, ni podrá frenar la inmigración.
¿Viene a pedir perdón? ¿Viene a incendiar aún más? ¿Después del “baneo” realizado por Twitter, qué canales reproducirán su discurso? ¿Habrá cambios en el tratamiento periodístico que se haga de su narrativa sobre México y los inmigrantes mexicanos? Veremos.

*[No. 17/2021]. El autor de esta publicación es profesor-investigador en la Facultad de Ciencias Humanas, UABC.

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