14 de Marzo, 121 Aniversario de Mexicali

¿Qué significa para mí vivir en Mexicali? Hay tantas respuestas, tantos tiempos, tantas historias, pero todo lo resumo en unas cuantas palabras. Mexicali es mi ciudad. Mexicali es esa ciudad perdida en el desierto donde un día de julio vi la luz primera. Por eso desde entonces y por siempre estoy unida a ella.

 

Vino después el tiempo de descubrir el mundo circundante, caminando al jardín Rosaura Zapata y a la Vicente Guerrero, entre los barrancos de la vieja Loma Linda. Época de aprender y de jugar entre los añejos y salados pinos, entonces los únicos árboles que irrumpían los grandes espacios vacíos de mi tierra, pinos que fueron mis primeros juguetes.

Loma Linda, mi barrio.

Pinos tan unidos a mis años infantiles, pinos de gruesos y torcidos troncos, material de construcción de las “casitas”, que igual servían para mitigar mis ansias trepadoras que para colgar el mecate del columpio donde mecía mis primeros sueños.

Años del deporte juvenil, cuando correr en los días de 120 grados, bajo los rayos del Sol de sus veranos o empujados por los gélidos vientos de febrero, era tan sólo parte de la vida diaria.

Wisteria, el primer lugar de diversión en Mexicali. Era el centro de reunión en verano.

Después de la secundaria “18” siguió la Normal. Como aprendiz de profesora, la vida me llevó por la agreste Geografía del entonces, paras mí, desconocido valle. Cargaba solo una alforja de ilusiones que deposité en mis alumnos de las escuelas rurales. Y ahora lo sé, más que enseñar, encontré entre los algodonales, en la sencilla gente del campo y en el olor de la cachanilla, el origen y esencia de mi ser.

Tercero A. Secundaria 18, generación 1955-1958.

Muchos años compartí conocimientos con mis alumnos de primaria, secundaria y preparatoria. Después la vida me llevó por otros derroteros, no menos agradables, no menos importantes.

Secundaria 18, entre 1947 y 1950, cuando la Escuela Normal Fronteriza funcionaba en aulas prestadas de la Secundaria 18.

Mi encuentro con la Historia cambió mi ser y mi hacer. Igual que mi vida cambiaba, cada día observaba que mi ciudad avanzaba en ruta hacia el futuro y en pos de la modernidad se transformaba.

Estación del Ferrocarril, Mexicali.

Vi desaparecer los grandes espacios y con dolor y nostalgia, vi que los queridos y añorados pinos de mis juegos infantiles, caían para dar paso a la urbanización. Mexicali, milagro agrícola del Río Colorado, se transformaba en ciudad prodigio, en la ciudad del Sol.

Hotel del Norte, el primer hotel de lujo en Mexicali.

Ahora, Mexicali está muy lejos de la ciudad que primero conocí. Los que aquí nacimos, los que llegaron después, gente noble y de trabajo la han transformado en lo que ahora es. En este 121 aniversario y los que siguen, ojalá que quienes aquí vivimos, sigamos esforzándonos para dar a nuestros hijos y nietos, la ciudad de paz, que un día tuvimos. Mexicali lo merece.

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