Está por cumplirse un año y un mes de que mi amigo Armando, cariñosamente conocido como “El Paisa”, falleció por complicaciones de salud. Hoy pienso en que la sociedad le quedamos a deber. Les cuento:

Como muchos, “El Paisa” llegó a Mexicali proveniente de otro Estado de México. Creció y estudió en un barrio humilde. Ya de joven se casó y empezó así una hermosa familia.

Su aspecto recio ocultaba su verdadera edad. Pese a ser muy joven, sus ganas de salir adelante eran tantas que se fue abriendo paso a base de preparación y perseverancia, al grado de ser un especialista en su ramo bastante cotizado.

Fue un ciudadano ejemplar. Paga sin renegar sus placas, su predial, sus impuestos. Jamás lo vi cometer una infracción. Poco a poco fue haciendo su casita y haciéndose de sus cosas.

Un día de esos, “El Paisa” salió de su casa para irse a trabajar y descubrió que le habían robado la batería de su carro. Molesto, llamó al 911 para reportar lo sucedido. Nunca llegó una patrulla.

Ante esta inconveniencia, tuvo que comprar una “pila” nueva y hacerse a la idea de que jamás volvería a saber de la antigua y mucho menos que se investigaría el hurto.

Pero la cosa no acabó ahí. Habían pasado unos días apenas cuando los ladrones lo volvieron a visitar. Ahora además de robarle la batería de su auto, también se llevaron la parrilla frontal de su auto, dejándole la placa tirada en el pavimento.

Con la paciencia que le caracterizaba “El Paisa” llamó de nuevo al 911 para informar lo que había sucedido y pedir ayuda a la Policía. Otra vez la patrulla nunca llegó, pese a que su domicilio está a unas cuadras de la llamada Zona Dorada.

Ahora sí, molesto -por el robo y por la falta de respuesta- mi amigo se fue a trabajar en su carro molacho, para lo cual tuvo que poner la placa encima del tablero, pues lo habían dejado sin lugar para atornillarla.

No había andado más de tres cuadras cuando un policía lo detuvo. El motivo: no traer la placa a la vista.

Contrariado, mi compa le explicó al agente el motivo por el cual no llevaba la placa donde debería y le indicó que momentos antes se había quedado esperando la llegada de la unidad policial. La respuesta del uniformado fue inflexible: Usted tiene que pasar a pagar su multa por no traer su placa a la vista y hágale como quiera.

Más decepcionado que molesto, “El Paisa” fue a pagar su infracción y a comprar las piezas que le habían robado.

Después nos narró el vergonzoso -para las autoridades- episodio de la multa.

No podía creer que cuando lo necesitó, la ayuda nunca llegó… ah, pero para multar sí son buenos!”, dijo a partir de entonces cuando había la oportunidad. Aunque ese momento no le quitó lo responsable, nunca lo olvidó.

Los primeros días del año 2022 “El Paisa” se nos fue. Ya no podemos regresar el tiempo para resarcir ese momento tan amargo, pero sí podemos procurar que no vuelva a suceder.

Necesitamos autoridades que muestren empatía con el ciudadano, que se pongan en sus zapatos y no se limpien sus errores con la falta de recursos o con un es que tenemos mucho trabajo.

Si el actuar de aquellos servidores públicos que trabajan sin la intención de servir a la gente fuera más sensible, la imagen de las instituciones se podría recuperar, así como la confianza de la gente hacia ellos.

Así es como podemos realmente combatir la inseguridad, sin escondernos detrás de estimaciones que distan mucho de la percepción de la gente. ¿O usted qué opina?

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