El drama de miles de haitianos en la frontera México-EUA

Miles de personas haitianas en movilidad forzada viven dentro de un torbellino dramático de humillaciones y desesperanza. Son hombres, mujeres, niñas, niños y adolescentes que buscan un nuevo lugar en el mundo para vivir. A secas. Trabajar y cubrir sus necesidades básicas. Dejar atrás el miedo y respirar en paz. Buscan oportunidades de bienestar como anhela cualquier ser humano. El contexto de fronteras cerradas por la pandemia, lo ha hecho aún más difícil para ellas.

Entre el pequeño pueblo estadounidense Del Río, Texas, en la frontera con Ciudad Acuña, Coahuila, acamparon debajo de un puente cerca de 10,000 personas haitianas, el pasado fin de semana. Ayer lunes inició su deportación a Haití. El drama que las imágenes de foto-reporteros internacionales comunican en Instagram, Twitter y Facebook es visualmente doloroso. Algunos fueron lazados por agentes de la Border Patrol que iban montados en caballos.

En aviones deportaron a cientos de migrantes haitianos que en su mayoría llegaron, hace varios meses, a México provenientes de Chile y Brasil. Lo último que desean es volver a su país. Han caminado a lo largo de Sudamérica y enfrentado muchos obstáculos, sin embargo, regresar a Haití en las condiciones de crisis política, económica y de violencia, para ellos representa un mayor peligro. Su condición es de movilidad forzada.

Semanas atrás se había reportado su retención ilegal en Tapachula, Chiapas, por parte de autoridades del gobierno de México. Las cifras manejadas son inexactas y a la vez sorprendentes. Se llegó a publicar que eran más de 30,000 personas de nacionalidad haitiana –la mayor parte- y de otros países centroamericanos. Confinados. Refrenados durante meses, en espera de respuesta oficial a las solicitudes de refugio. Imposibilitados para salir de la ciudad-cárcel -como se ha bautizado a Tapachula- rumbo a la frontera norte.

La movilidad forzada está catalogada por sus condiciones excepcionales. Katherine Hankins explica que la gente a veces se ve obligada a migrar no solo por ser víctimas de persecución gubernamental. También, por la inminente hambruna que desencadenan la pobreza extrema y las catástrofes naturales. Además, en muchos casos aparecen en el escenario como una causa de migración forzada las amenazas a sus medios de vida que surgen de la inestabilidad y desorganización que caracterizan situaciones de conflicto crónico.

Las personas en movilidad forzada mantienen vínculos emocionales con sus territorios de arraigo cultural. Emociones sociales como orgullo, humillación, vergüenza, nostalgia, están estrechamente ligadas con los sistemas de identificaciones o de identidad colectiva, de quienes migran.

La investigadora Maruška Svašek ha escrito que mujeres y hombres que emigran no rompen sus lazos familiares o de amistad. El reconocimiento de lo que significa “el hogar” está unido a esa memoria emocional. Por otra parte, los inmigrantes deben desarrollar habilidades para expresar sentimientos de otras maneras, acordes a la cultura del nuevo entorno.

Todo apunta que los flujos de movilidad forzada en grandes colectivos de Centroamérica y el Caribe hacia EUA, continuarán. Son reflejo de las enormes brechas económicas producto del colonialismo ancestral vivido en esta región continental, que han sido profundizadas de manera acelerada por los procesos de la globalización.

Estos movimientos de poblaciones condenadas a marcharse de sus lugares de arraigo, están atravesados por múltiples variables de análisis. Las emociones sociales se consolidan como interés de estudio socio-antropológico en relación interdisciplinar con los estudios de la comunicación y la cultura, lo cual obliga a la construcción de nuevas perspectivas de estudio para tratar de comprender esta realidad de enorme complejidad en las fronteras del mundo y en esta que habitamos, particularmente, por su colindancia con EUA.

*[No. 49/2021]. El autor de esta publicación es profesor-investigador en la Facultad de Ciencias Humanas, UABC.

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