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El Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica que la economía global se contraerá un 3% en 2020, derivado de la crisis sanitaria del nuevo Coronavirus; la caída más aguda desde 1929.

Muchos gobiernos ya han puesto manos a la obra para responder a una situación sin precedentes, que tal vez pueda encontrar valiosas lecciones en cómo se combatieron otras de las grandes recesiones en la historia.

La Gran Depresión

El llamado crash financiero de 1929 dio origen a la Gran Depresión de los años 30. Fue la depresión más larga en el tiempo, de mayor profundidad y la que afectó a más países.

El comercio internacional descendió entre 50% y 60%, mientras que el desempleo en los EE.UU. aumentó a 25%, y en algunos países alcanzó el 33%.

En 1933, Franklin Delano Roosevelt llegó a la presidencia de los EE.UU. y aplicó un paquete de medidas conocido como el New Deal, un gran programa de gasto público para recuperar el sistema financiero, regular la libre empresa y, sobre todo, asistir al gran número de desempleados.

Roosevelt canalizó una porción de su plan en la construcción de grandes obras públicas para dar trabajo a parte de la población desempleada.

Poco a poco, el plan público de Roosevelt resultó, los índices económicos mejoraron y la empresa privada volvió a fortalecerse.

La reconstrucción de un continente devastado

La Segunda Guerra Mundial tuvo consecuencias físicas y económicas desoladoras para el corazón de Europa.

En 1947, el entonces secretario de Estado de EE.UU., George C. Marshall, pronunció un discurso en el que pedía un plan integral de reconstrucción de Europa, cuya economía estaba muy deteriorada.

Un año más tarde, el Congreso estadounidense aprobó un plan de cooperación en el que se destinó una ayuda económica de US$12.000 millones para la reconstrucción del continente.

El paquete de ayudas estaba dedicado a la producción de materias primas, alimentos, fertilizantes, vehículos y, en definitiva, al desarrollo de la industria. El Plan Marshall reflotó la economía europea, especialmente la de las grandes potencias: Reino Unido, Francia y Alemania Occidental, y fortaleció la relación comercial y política con EE.UU.

La crisis de las deudas de los 80

Debido al alza de los precios del petróleo y a las bajas tasas de interés, varios gobiernos latinoamericanos se endeudaron con el propósito de industrializar sus economías en los años previos a los 80. Sin embargo, cuando cayeron los precios de las materias primas, subieron las tasas de intereses y aumentó la inflación, la deuda de los principales países de América Latina se hizo impagable.

Muchos gobiernos, como el de Venezuela, México o Argentina, solicitaron auxilio financiero del FMI. Este organismo inyectó capital para tratar de estabilizar sus economías al tiempo que puso en marcha políticas de reestructuración de deuda.

La inflación en los países deudores se disparó y el poder adquisitivo de sus ciudadanos disminuyó significativamente, generando graves problemas políticos y sociales.

“Al día de hoy, la deuda externa sigue azotando a la región y sus efectos aún son vigentes en países como México, Argentina y sobre todo, Venezuela”, afirma la profesora de economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Nadiezhda Escatel.

Crisis financiera global 2008-2009

La burbuja inmobiliaria y de crédito que venía inflándose en EE.UU., junto con la creación de instrumentos financieros de alto riesgo, estalló en 2008 y salpicó gravemente a la economía global.

Los índices bursátiles se derrumbaron y el sistema financiero colapsó; muchos bancos se declararon en bancarrota, otros fueron intervenidos por los gobiernos o se devaluaron y terminaron absorbidos por otras entidades.

En EE.UU. se crearon nuevas regulaciones, como la Ley Dodd-Frank, para evitar una nueva crisis de esta naturaleza. Y en Europa, se produjo una doble acción por parte del BCE.

“Primero se rescató al sistema bancario y las economías más castigadas para evitar el desplome total y después se ejecutó un programa ambicioso de compra de deuda pública para aliviar a los gobiernos e incentivar el crecimiento”, explicó Jason Lennard a BBC Mundo, profesor asociado del LSE.

Covid-19

12 años después, el mundo se sitúa ante el abismo de otra recesión. El FMI prevé que este año el Producto Interno Bruto (PIB) mundial caiga 3%, lo que representa una destrucción acumulada de valor de nueve billones de dólares entre este año y el siguiente.

Gita Gopinath, consejera económica del FMI, llamó a implementar a nivel mundial un plan de recuperación con apoyos directos y alivios fiscales para familias y empresas, así como medidas para evitar la pérdida de empleos.

Por su parte, Jason Lennard, profesor asociado del LSE, explica que se debe esperar un incremento del gasto público, que debe ir dirigido sobre todo a reforzar el sistema sanitario. “Sin resolución de la crisis sanitaria, no habrá resolución de la crisis económica”, opina.

Lennard desconfía de medidas de tipo fiscal a corto plazo, “porque bajar las tasas de interés no va a reactivar la actividad económica ahora, que está congelada”.

“Esta es una crisis de oferta, pero si el congelamiento económico debido al aislamiento persiste, la demanda también podría sufrir. A los expertos nos preocupa que también se dañe el sistema financiero porque los plazos de recuperación se alargarían más, pero aventurarse ahora mismo es muy prematuro“, concluye Lennard.

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