Muchos conocimos al Enrique Tellaeche periodista, combativo, que ensoberbecido te educaba a gritos, para que no se te olvidara, fueras funcionario, colega o metiche.

Un Tellaeche que rompía las ruedas de prensa, que exhibía el verdadero rostro del personaje público al hacerlo salir de sus cabales, fueran políticos o manifestantes.

Igual se enfrentaba al funcionario borracho, que al manifestante que pretendían mancillar la Bandera, o al policía que intentaba llevarse detenido a un colega…solía ganar siempre.

Para muchos fue en todo el tiempo que ejerció, una piedra en el zapato.

Un maestro de jóvenes talentos, de los cuales algunos sobreviven.

Era de esos personajes que caía mal con sus groserías, poses e indolencia, pero que mientras más de cerca estabas de él, podías apreciar su complejidad y rara nobleza.

No era sencillo comprenderlo; se le tenía que querer así como era; de una sola pieza.

Uno de esos que ya no hay y que en estos tiempos… ¡ah como haces falta!

Pocos tuvimos el gusto de poder echar un vistazo al Enrique lleno de fe, amor y nobleza. Un ser humano preocupado por ver hacia dónde iba la humanidad sin poder hacer gran cosa por redirigirla, pero que no por ello se rendía. ¡Jamás se rindió!

Hace unos meses nos tomamos un café. Con bastón y asistente llegó y se acomodó en el sillón. Nos vimos y me contó de su preocupación por la forma en que se estaba haciendo periodismo recientemente. Que estábamos más preocupados por el protagonismo que por la forma en que damos la noticia. Tomé lo que me tocó de su comentario.

Aunque le resultaba difícil darse a entender, sus ideas eran claras y tenía muy definido cómo podían servir su experiencia y conocimientos para conseguirlo.

Enrique venía de una larga convalecencia tras sufrir un ataque cerebral mientras se encontraba fuera de la ciudad y era asistido en una casa de recuperación.

Es muy común que cuando un periodista deja de ser “útil” o se encuentra retirado, los personajes políticos dejan de saludarte, pero con Enrique esa mañana fue distinto. Quienes llegaban al café y lo reconocían, le demostraban su alegría por verle de nuevo y le expresaban su gusto de verle activo. Entonces me di cuenta que éramos muchos quienes sabíamos de la existencia de ese buen ser humano.

Al despedirnos no pude evitar sentir alegría de haber visto al amigo y colega, pero a la vez nostalgia y tristeza de ver a un Enrique distinto físicamente al que todos conocíamos…pero por dentro era el mismo y con eso me bastó.

Quedamos de vernos otra vez y se vino todo esto. Ya no se pudo. Esta mañana, a eso de las 5:00 se nos fue.

Cuando lo invité a hacer La Tertulia, hace tres años, estaba temeroso de su reacción y de cómo sería la interacción con el resto de los muchachos. Su presencia fue desde el principio fundamental. Me respondió: “tú dime dónde, a qué horas y por dónde le damos…nada más ponme café”, y desde el primer momento se convirtió en pieza clave de esa la serie de charlas. Estoy seguro que Jorge, Ricardo, Bebo, Víctor, pero sobre todo Alfredo, también lo van a extrañar mucho.

Podrías estar o no de acuerdo con él, pero su presencia jamás pasó inadvertida.

Mi querido Enrique, gracias por tus enseñanzas y por sembrar esperanzas de un mundo mejor. Estoy seguro que ya estás con Dios y que él te ha recibido con ese mismo amor que siempre le profesaste.

Descansa, que aquí no vamos a poder olvidarte y créeme, te extrañaremos mucho.

Facebook Comments

Comentarios

comentarios

GRACIAS A TU DONATIVO PODERMX SIGUE SIRVIENDO A LA COMUNIDAD.