Yolanda Sánchez Ogás

Hace poco más de 20 años, inicié los recorridos por el Centro Histórico de Mexicali. Cada curso de historia de Baja California que impartía, culminaba con un recorrido por nuestro centro histórico, el lugar donde a principios del siglo XX, un grupo de mexicanos que llegaron del sur del distrito, fundaron nuestra ciudad.

Allí empezó el desarrollo comercial, político y educativo de Mexicali. Por eso me parecía importante que lo conocieran profesores y alumnos a quienes invitaba a recorrer cuadra por cuadra esa zona de la ciudad. El lugar del origen, la primera escuela, la Cuauhtémoc (Casa de la Cultura), donde siempre iniciaba mi recorrido, el primer parque, los primeros grandes hoteles, edificios representativos de la época de la ley seca, el primer parque, sitios de donde estuvieron los primeros palacios municipales y de gobierno, la chinesca, la Asociación China de Mexicali y los subterráneos.

En esos años, por alguna razón desconocida, la comunidad china negaba la existencia de subterráneos. Una anécdota al respecto: un día me habló un investigador estadunidense; en la Casa de la Cultura le habían dado mi nombre y número telefónico. Estaba escribiendo un libro sobre cultura de la frontera. Era la tercera vez que venía a buscar los subterráneos y le negaban que existieran.

Comentaba que una ocasión, un taxista le ofreció llevarlo a los subterráneos y le pidió 50 dólares, pero a la hora de la cita, el taxista no se presentó. Yo lo llevé y primero en una revista y después, al publicar su libro, apareció ese recorrido.

Regresando a como conocí los subterráneos, agradezco al señor Miguel Wong, propietario del Restaurante Victoria y al señor Malo, de la tienda Vázquez Malo, por su permiso para recorrer los subterráneos de sus empresas. En cuanto, al restaurante Victoria, las múltiples ocasiones en que lo visité, sin importar la hora, siempre estaba lleno de clientes.

El subterráneo bajo el restaurante es utilizado como almacén, pero el localizado en el edificio anexo está vacío y muchas veces pudimos hacer sentir la emoción de entrar a un subterráneo, a quienes nos acompañaban.

Allí encontramos, objetos, cartas, documentos antiguos, que, con permiso de su dueño, leímos. Unos solicitaba permiso para derrumbar una pared de ladrillo, para hacer una reconstrucción del edificio en 1923, lo que indica que fue construido antes de ese año y era un edificio importante, porque todavía en 1918, eran escasos los edificios de ladrillo en el centro. Casi todos eran de madera y uno que otro de adobe.

La última vez que fuimos Rubén Hernández Chen y yo, al Victoria no pudimos entrar, porque no había asientos desocupados. Era un referente para muchas personas mayores que allí tenían un espacio donde convivir con sus amigos, acompañados de un vaso de café y un bisquet.

Esperamos que la noticia de su cierre, solo sea producto de la emergencia y pueda volver a ofrecer su amplio menú y sus muy afamados camarones a la diabla.

Agradecemos a su dueño, a las muchachas trabajadoras allí, por las ocasiones que nos permitieron visitar sus subterráneos. Ojalá que este cierre sea transitorio, porque, quizá con cien años de construido el edificio donde está, ese restaurante forma parte de la historia del centro histórico de Mexicali.

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