Hugo Méndez Fierros*

La pandemia ha mostrado fotografías muy claras de las enormes desigualdades y brechas de acceso a los sistemas de salud, de educación, de información y cultura digital, de protección de derechos humanos, entre otros. Son problemas que ya existían en la “vieja normalidad”. No obstante, la emergencia por COVID-19 también ha puesto al descubierto nuevas formas de cooperación humana, esperanza y responsabilidad social.

Durante el confinamiento en muchos hogares pasamos del seguimiento noticioso a la conversación familiar, construimos significados sobre lo que vivimos y a través de la conexión en redes digitales socializamos con amigos, en muchos casos con desconocidos; en un fluir circular, durante una cuarentena a la vez vivida, narrada e interpretada.

Por mis intereses he concentrado atención en las notas publicadas sobre acciones de Responsabilidad Social Universitaria (RSU). Para la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) la RSU significa reconocer que las actividades de docencia, investigación, extensión y gestión, deben atender los múltiples desafíos, necesidades y demandas que plantean las comunidades de entornos locales.

Los medios de comunicación han relatado acciones espontáneas y voluntarias de grupos de universitarios que produjeron insumos y equipamientos, así como la apertura de instalaciones para brindar servicios de atención pública. En Baja California, la actuación de la UABC ha sido muy importante frente a un Gobierno estatal rebasado en sus capacidades de instalaciones hospitalarias; con escasez de equipo, material y personal médico.

Asimismo, se mostró una debilidad estructural de las capacidades políticas del Estado bajacaliforniano, habrá que recordar que los medios narraron sus disputas con instancias del Gobierno federal y con el sector maquilador, durante varias semanas; mientras índices de muertes y contagios crecían.

Múltiples discursos en los medios sobre la RSU de integrantes de la comunidad UABC, reflejan que investigadores de la UABC han estudiado los efectos de propagación del coronavirus, unidos a equipos internacionales con el fin de generar una vacuna. Que docentes diseñaron y fabricaron cámaras de intubación, medios de transporte de pruebas y caretas. Además, se desarrollaron programas de apoyo psicológico y orientación educativa, a distancia. O bien, los medios narraron la apertura de la universidad a la sociedad, aún con un déficit en recursos financieros, docentes y estudiantes del área de la salud operaron un Centro de Diagnóstico COVID-19.

Sin lugar a dudas, la principal contribución fue la construcción, equipamiento y puesta en marcha del Hospital Móvil Universitario en tiempo récord de menos de 30 días. Un proyecto social que Fundación UABC y el grupo de arquitectos Hermosillo lideraron, con las aportaciones adicionales de muchas mujeres y hombres que sumaron a esta trascendente aportación en un momento crítico de la historia bajacaliforniana.

Desde la dimensión comunicacional, el análisis indica que las publicaciones en medios sobre las acciones de RSU, generaron retroalimentación positiva en comentarios de usuarios de redes sociodigitales, lo cual contribuyó a generar discursos positivos en torno a la actuación de la UABC. Y desde la dimensión cultural, se puede apuntar que la sociedad demanda a las universidades públicas estatales grandes aportaciones al desarrollo local y cuando estas expectativas se cumplen a través de la RSU, el prestigio social, la identidad, el sentido de pertenencia y el arraigo regional de las universidades se fortalece.

La UABC es simbólicamente la Máxima Casa de Estudios de Baja California, eso genera representaciones y exigencias sobre su accionar. El impacto social de sus tareas sustantivas es evaluado permanentemente en la arena pública; sus acciones de responsabilidad social, extensión y acercamiento a la comunidad, deben fortalecerse de manera sistemática más allá de acciones espontáneas y comunicarse de forma oportuna por todos los canales disponibles.

*[No. 4/2020]. El autor de esta publicación es profesor-investigador en la Facultad de Ciencias Humanas, UABC.

 

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