Eduardo Navarro González

Ante las disyuntivas que la gente afronta por la pandemia y la crisis económica, hay un listado de prioridades que atender para ponerse a salvo del contagio y sobrevivir ante el infortunio económico.

Como la salud es primero, la prioridad es consumir y hacer todo aquello que fortalezca las defensas naturales del cuerpo porque nadie sabe a ciencia cierta si puede o no vencer al letal COVID-19, menos aquellos que sufren otro tipo de enfermedades. Además, en caso de tener en casa a un contagiado extremar cuidados y asegurarse de contactar a un médico que le trate los efectos primarios del C-19 ya que la última instancia, por lo regular fatídica, es llegar sin oxígeno suficiente a un hospital público o privado y eso si hay suerte porque a medio año de distancia de iniciar la pandemia se multiplican los casos de rechazo de atención hospitalaria pese a que las cifras oficiales suponen otra cosa.

En ese orden de ideas y considerando la dilación para una cura o vacuna efectiva contra el C-19 y los desencuentros que ocurren entre las prerrogativas federales con las de autoridades locales para la “semaforización” y por ende reactivación escalonada de la planta productiva, lo más probable es que el factor económico empeore y con ello cada uno de los damnificados por la crisis que se arrastra desde 2019 entre en “MODO SUPERVIVENCIA”…

…Esto significa reflexionar seriamente cómo afrontar su devenir y para ello es necesario que las personas acepten que el entorno ha cambiado, que dejen de buscar explicaciones, que identifiquen su realidad, decidan qué hacer de acuerdo a sus habilidades y posibilidad de fortalecimiento laboral a nivel familiar, recorten gastos innecesarios, eliminen deudas y mantengan prudencia en el manejo del dinero disponible…si lo hay.

Lo demás será lo de menos mientras algunos gobernados y gobernantes sigan protagonizando guerras de papel estériles que solo extienden una confrontación impertinente como desgastante, dando lugar a que, por otra parte, en los comicios del 2021 ocurra un abstencionismo que espante a propios y extraños, más cuando en la actualidad es evidente la permisibilidad, inacción u omisión de la mayoría de la sociedad en asuntos públicos relevantes. Baste observar cómo hay ominosos distractores a los problemas más dramáticos de los mexicanos como la inseguridad, economía y salud, mientras la agenda pública se orienta –por ejemplo– al caso Lozoya, del que no se puede esperar mucho en materia de justicia habida cuenta de que ya se considera un “testigo protegido”…

Esos y otros componentes permiten suponer que los gobernantes mejor librados de la despreciable pandemia y la crisis económica serán aquellos que resuelven problemas y necesidades primarias de la población en general, deslindándose de una motivación insana como querer mantenerse en el poder público a toda costa y costo, por algo el cardenal de Guadalajara, don Josè Francisco Robles Ortega, en misa a inicios de este julio exclamò:

“Es típico el discurso de los políticos en el mundo buscar que se les asegure a ellos una permanencia indefinida en el poder aunque no logren pacificar a sus pueblos, aunque no logren el desarrollo integral de sus sociedades, aunque no logren la pacificación y la expulsión de toda clase de violencias. Les interesa (a esos políticos) como perpetuarse, como permanecer en el poder”.

Las realidades y cortinas de humo están entonces a disposición y reflexión del libre albedrío de quienes hoy como nunca antes vemos a México como tierra de nadie, un campo fértil de batallas de casi todos contra todos, donde se multiplica la muerte por hambre, enfermedad o asesinato impune (en este último caso hasta circulando videos del poderío militar del crimen organizado para lanzarse mutuas amenazas) sin subestimar en todo ello lo positivo y noble que por excepción todavía ocurre… ¿O no?

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