Es imposible regresar el tiempo, pero Eloísa sólo piensa en abrir los ojos y darse cuenta de que todo ha sido una pesadilla. Quisiera volver atrás hasta antes de haber decidido entrar por la puerta de las drogas y que su adicción la hiciera olvidarse incluso de su hija, quien al final fue la que pagó el precio de su apego a las sustancias prohibidas.

Ella no se enganchó siendo joven o por curiosidad; cayó ya siendo madre de cuatro niños que la fueron abandonando debido a su adicción. Hoy se han vuelto el motor para salir adelante y sueña con que no sea demasiado tarde, aunque tenga que pagar con la cárcel por sus errores.

Eloísa termina su cigarro y aprieta los ojos por unos segundos. Mira fijamente al reportero y tras de tomar una gran bocanada de aire, comienza a contar su testimonio. Dice recordar con mucha claridad el día en que optó por probar la droga mientras buscaba el valor para enfrentarse al hombre que en algún momento le prometió quererla pero que ahora todos los días llegaba a agredirla con gritos y golpes frente a sus hijos.

Recuerda muy bien el día en que un amigo de su pareja le ofreció cristal y lo inhaló. Sintió que algo estallaba en su interior y en ese momento se sintió otra persona, pero en lugar de encontrar la solución al infierno que vivía entonces, abrió una puerta que ahora lucha por mantener cerrada a cada momento.

Hoy quisiera regresar el tiempo y no haber tomado tantas malas decisiones, que la llevaron a ella a perderse en las drogas, tan hondo que ni siquiera se dio cuenta que su pareja abusaba de su hija de 11 años, la más pequeña, mientras ella fumaba droga sintética.

Eloísa recuerda los días en que abrazaba a su hija, le decía “te amo” y ella le correspondía. Hoy su niña rechaza los abrazos de todos, tiene miedo. Ha sido difícil vivir con el abuso del cual fue víctima, y más aún ahora que su madre no puede verla, ni decirle “te amo”, ni abrazarla hasta dormirse juntas, como antes, cuando eran felices.

El camino a la recuperación no ha sido sencillo, pero cargar con lo que le pasó a su pequeña y su esperanza de recuperarla, ha sido su principal motor.

Hoy decide compartir su testimonio en busca de justicia para su hija, y para que aquellas mujeres que están pasando por lo mismo, reflexionen y abandonen el mundo de las adicciones.

Malas decisiones

Buscar la empatía de alguien que la quisiera y no fijarse hacia dónde la estaban llevando sus malas decisiones fue lo que la llevó a probar la droga y a quedarse enganchada durante años.

Decidió mal una y otra vez con quién vivir. En cada caso primero eran los malos tratos, luego las ofensas y después los golpes, incluso frente a sus hijos, quienes no soportaron la pesadilla que se vivía en casa y terminaron por dejarla, a excepción de la más pequeña, quien era su única compañía.

Sin embargo, reconoce,  la niña no era feliz en casa, pues esperaba los fines de semana para irse con sus tías o sus abuelos y no quería regresar. “Lloraba en el camino cuando yo y mi pareja la llevábamos de vuelta”, dice, pero nunca se interesó por conocer los motivos de la niña, hasta que en una ocasión su familia le indicó que la niña se quedaría con ellos.

Ella no se explicaba por qué no querían que devolverle a su pequeña. Al principio pensó que era por ser adicta, pero después de muchos gritos y amenazas sus hermanos le confesaron que la pequeña les había confesado haber sido víctima de abuso por parte de su padrastro.

“Mi hermana me dijo ¿¡qué no estás entendiendo que tu niña está siendo abusada sexualmente por ese hombre la estaba abusando desde hace mucho tiempo!?, ¿¡o sabes y no quieres decirlo!?”

La dura realidad

Al escuchar las palabras de su familia Eloísa recuerda haber entrado en shock. “Yo lo que hago es quedarme callada, se me baja todo lo que traía…yo empiezo a gritar por qué hasta ahorita me lo estás diciendo”.

Entonces decide que tenía que regresar y hacer todo lo necesario para que el hombre que abusó de su hija durante tanto tiempo no huyera, a sabiendas de que su familia ya había denunciado lo ocurrido. Se dirigió a toda prisa a su casa en el ejido Sinaloa, donde intercepta a su pareja quien ya estaba a punto de irse con sus cosas, pero lo convence de quedarse.

Eloísa asegura que ella hizo todo lo posible para que su pareja no sospechara que lo investigaban, pero pasaron los días y no sucedió nada, mientras que su adicción se hacía cada vez más descontrolada al grado de ahogar con ella el odio que sentía por aquel que abusó de su hija y con quien seguía viviendo.

Cortar hasta el hueso

Eloísa recuerda que una última golpiza por parte de su aún pareja la hizo decidir internarse en un centro de rehabilitación, donde conforme se iba desintoxicando iba cayendo en cuenta de que su vida se había desmoronado y sobre todo del daño que le había causado a su hija.

Entonces decide que era momento de salir a recuperar lo que había perdido, pero después se daría cuenta que no le iba a resultar tan sencillo.

“Eso es algo tan duro… todos los días yo nunca dejé de pensar en mi hija ni pensar en la manera en que él había abusado de mi hija”.

Cuando ella salió del centro decide ir a presentar una denuncia y al llegar a las instalaciones de la Procuraduría (hoy Fiscalía estatal) la persona que le atiende le indica que ya existe una denuncia por ese motivo, pero nada más.

“Me dijeron que ya tenían un acta levantada por parte de su tía y su mamá y que no podían darle ningún tipo de información de la niña mientras estuviera viviendo con ese hombre y que tampoco podía acercarse a mi hija”.

Saber que no volvería a estar con su hija si no daba un giro definitivo a su vida, la hizo entrar más en razón y decidir empezar otra vez, desde cero.

Ahora sabe que haber estado todo ese tiempo pensando en la droga y bajo su influjo, la cegó a lo que le pasaba a su hija.

Regresar el tiempo atrás

Pero dejar las drogas y su profundo arrepentimiento no ha sido suficiente para volver el tiempo atrás, y aunque el responsable del abuso contra su hija está libre aún, ella sigue sin poder estar junto a su hija, no pierde las esperanzas de recuperar algo de lo que ha perdido.

“La niña es más seria, antes ella era más alegre, más feliz, más contenta. Hoy es más reservada, tienes muchos miedos. No la puedes tocar porque ella grita con un susto de desesperación”, dice Eloísa, según lo que su madre le ha contado. En su escuela, es víctima de bullying y no está ni su papá ni su mamá para defenderla.

“Ya le pasó lo que le pasó lamentablemente por mis propios errores…yo sé que hoy es demasiado tarde para sanar la vida de mi niña, porque aun cuando esté dormida ella sigue defendiéndose…” recuerda Eloísa mientras deja de contener su llanto.

“Yo solamente quisiera que esto nunca hubiese ocurrido, que esto nunca le hubiera pasado a la niña, porque ella es una persona inocente que vino a pagar los errores que yo debí haber pagado”, asegura.

“Una vez dije en el centro de rehabilitación que a su tiempo iba yo a decirle algo a todas las mujeres, que ahorita no podía hablar…ahora solo estoy esperando que él esté tras las rejas y que se le haga justicia a mi hija.”

Sin embargo, nadie sabe si llegará el día en que todos puedan estar más tranqulos, sabiendo que quien atacó a su hija está en la cárcel.

La última esperanza esperanza

Tan sólo en una sala de un centro de rehabilitación se llegan a reunir hasta 400 adictos, quienes entran algunos por su voluntad, otros forzados por su familia que ve a estos sitios como la última esperanza para recuperar a aquellos que fueron sus seres queridos.

A aquellos que están internados y a quienes a diario viven en su casa y en las calles el infierno de las adicciones, Eloísa les invita a que vean en ella lo que puede suceder si no hacen un esfuerzo por dejar las drogas.

A las madres y padres de familia les dice: “no se cierren a ese mundo de la adicción, porque ¿dónde estamos dejando a nuestros hijos?”

Pero también entre quienes leen esta entrevista pudiera haber hombres que bajo el influjo de la droga han abusado de niños. A ellos les ruega que reflexionen, que no lo hagan, que no se imaginan el terrible mal que les están causando a esos niños.

“Yo estoy dispuesta a ir a la cárcel porque es mi hija…si cárcel yo fuera a pagar, yo cárcel pago.”

Eloísa reconoce que necesita ayuda psicológica, pues salir del infierno de la droga no es nada fácil.

Y acepta que al divulgar su historia, habrá muchas personas que la juzguen. “estarán en todo su derecho”, admite, pero también expone que es para ella aún más importante hacer pública su experiencia para que no haya más familias, más madres y sobre todo más niños que vivan el mismo horror que hoy está viviendo su hija.

Admite que es tan agresiva la adicción que no descarta volver a caer en ella, por lo que hoy vive un día a la vez. “Hoy yo digo que la enfermedad no es la que gobierna, la que manda o gobierna es querer hacerlo…si tú quieres lo vas a hacer, si no lo quieras no lo vas a hacer”.

“Sé el daño que llegó a pasar mi niña como para volver a pasar en esas adicciones.”

– ¿Si pudieras hoy decirle algo a tu hija, qué le dirías?

– Que la amo, que me perdone, y desearía con todo mi corazón regresar el tiempo…yo recuerdo que de chiquilla yo la abrazaba y no había un día que pasara sin que le dijera que la amaba y por culpa de mis adicciones se perdió todo eso.

Yo espero que algún día ella me perdonara a mí por haberla descuidado tantos años, por no haberla hecho feliz, por no haberle dado ese cariño, por no haber estado con ella cuando más me necesitaba, que eran esos momentos de angustia y de dolor que ella pasó…quisiera decirle todo eso pero ella está muy chiquilla y no lo va a comprender.

Hoy estoy tratando de ser esa madre y tal vez lo pueda lograr.

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