Yolanda Sánchez Ogás

En su discurso emitido en la radio, el 28 de septiembre de 1936, el presidente Lázaro Cárdenas, consideraba de gran riesgo, que una compañía extranjera fuera dueña del valle de Mexicali y que pudiera pasar lo mismo que en Texas, cien años antes. Al respecto expresó:

“La pérdida de aquel vasto territorio mexicano se había debido al aislamiento, la falta de comunicaciones y desarrollo y el poco interés del gobierno central. Esos errores, advirtió Cárdenas, no debían repetirse en Baja California. La península había estado ya demasiado tiempo aislada, por lo que era necesario comunicarla de manera más estrecha con el resto del país, por medio de un programa de colonización, construcción de carreteras, de vías férreas, escuelas, presas y canales de riego…”

Tras un breve periodo de organización, los campesinos formaron la Federación de Comunidades Agrarias de Baja California. El 27 de enero de 1937 salieron de la colonia Pacífico. Los integrantes de esta organización se dirigieron a los ranchos donde trabajaban, a tomar posesión de las tierras. Cercaron los terrenos con banderas rojas y desde ese día las consideraron propiedad de cada comunidad. A ese movimiento social los ejidatarios lo recuerdan como El Asalto a las Tierras. y se recuerda cada año.

La Colorado River Land Company y el gobierno del territorio, detuvieron a los campesinos, que pocos días después fueron liberados por órdenes del presidente Cárdenas. Leonardo Guillén y Filiberto Crespo fueron recibidos en la capital por el presidente Cárdenas, quien se comprometió a resolver el problema de la tierra en el latifundio de la Colorado.

Graciano Sánchez y Gabino Vázquez.

Esta acción campesina aceleró la reforma agraria planeada por el gobierno. Significó la recuperación de las tierras que durante más de treinta años estuvieron en manos extranjeras. Generó la creación de ejidos, pues tres meses después del 27 de enero, se habían creado 44 ejidos beneficiando a 700 familias mexicanas.

Además de las tierras entregadas a los campesinos, el presidente obligó a la Colorado River Land Company a vender sus terrenos. Como resultado de la protesta conocida como huelga de los sentados, realizada por algunos colonos frente a palacio de gobierno, el presidente Cárdenas autorizó la venta de terrenos.

El 24 de diciembre de 1937, se autorizó la creación de colonias de pequeños propietarios; Venustiano Carranza, Baja California, Nuevo León y Coahuila.

Después del 27 de enero

La mayor parte de los campesinos que recibieron parcelas eran hombres solos. Para arraigarlos a su nueva tierra, se trajo a las familias. Se les reunió y tomaron el tren Guadalajara – Nogales. De Mexicali salieron 15 camiones y por la carretera de Estados Unidos, las trajeron a la Casa del Agrarista en el parque Constitución. Allí los esperaban sus familiares para llevarlas a los nuevos ejidos.

Mujeres participantes en el movimiento agrario.

Previo estudio del campo, por las condiciones de clima y suelo, por primera vez en el país, se entregaron veinte hectáreas a cada campesino, bajo el esquema de propiedad colectiva para todos los miembros del ejido. Se construyó una escuela en cada ejido y cada una recibió una parcela con las mejores tierras. Se pretendía que los alumnos aprendieran mejores técnicas agropecuarias y las practicaran en sus propias parcelas.

También de manera colectiva, se dotó a cada ejido de animales de trabajo; mulas y caballos. También para alimentarse, recibieron puercos, vacas y chivos. Se entregaron los aperos necesarios para trabajar las tierras; arados, carretas, arañas, cultivadoras, sembradoras. Todas requerían animales para trabajar.

Hipólito Rentería.

Se creó un núcleo urbano en cada ejido y a cada familia se le entregó una hectárea para edificar su casa, sembrar huertos familiares y criar animales para la alimentación familiar. Se crearon cooperativas de consumo y el banco ejidal para apoyar a los campesinos.

La señora Rosa Valadez, fundadora del ejido Durango, expresaba: “Aquí no había iglesia, no se necesitaba, Dios estaba con nosotros porque él nos arropó, como nos arropa el Sol. No creíamos en otra cosa, nomás que hay un Dios y Cárdenas, el Hombre que, por mano de Él, nos dio este pedacito de tierra”

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