Andrés A. Solis*

El reciente caso de un hecho violento en un colegio particular volvió a mostrar que muchos medios y periodistas en México carecen de los mínimos para cumplir de manera profesional su responsabilidad de informar.

Por un lado, fue notoria la falta de rigor investigativo y de verificación de información y por el otro la ausencia de estándares éticos y deontológicos en la forma en cómo vulneraron los derechos de todas las personas involucradas, especialmente de menores de edad.

El mal ejercicio profesional y la vulneración de derechos empeoraron cuando medios y periodistas asumieron el papel de expertos y comenzaron a dar irresponsablemente “diagnósticos sicológicos y hasta siquiátricos”.

Esa tarde una colega me preguntó mi opinión sobre el suceso. Yo le respondí que no opino y le explicaba las dos razones.

Primero, como reportero mi opinión es intrascendente. Segundo, no tengo información suficiente para siquiera generarme una percepción sobre las motivaciones y circunstancias por las que un menor de edad decide actuar como lo hizo.

La mayoría de medios y periodistas que vi y leí ese día dieron por hecho que un videojuego había sido la influencia y se engolosinaron con su dicho cuando el gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme Solis dio por buena esa hipótesis.

De nada sirvió que periodistas, organizaciones y hasta el Gobierno Federal llamáramos a la responsabilidad y que evitaran dar a conocer nombres, datos personales, imágenes y otra información que sólo vulneró los derechos de las víctimas, incluyendo al propio menor que actuó, porque también es víctima.

Medios y periodistas usaron las imágenes que nadie sabe quién filtró, para hacerlas públicas sin entender que esas reproducciones de hechos violentos generan daños a las víctimas y sus familias.

“Caricaturizar” la foto de un infante muerto no suaviza la historia violenta ni protege los derechos de nadie, es una simulación y un acto ruin que está muy lejos del periodismo profesional.

“Cubrir” ceremonias fúnebres no abonan a explicar los hechos noticiosos no aportan periodísticamente nada y más bien vuelven un circo mediático un evento que merece ser privado.

Hechos como el de Torreón no pueden seguir siendo pretexto para que medios y periodistas se sigan escudando en el falso discurso del morbo y la sociedad tiene derecho a no recibir este tipo de materiales disfrazados de piezas periodísticas.

La carencia de principios éticos y códigos deontológicos en los medios mexicanos hacen que las y los periodistas no tengan una idea clara de que el derecho a la libertad de expresión y el derecho a informar tienen límites en el resto de derechos humanos.

Como lo dije en este espacio antes, este tipo de “coberturas” sólo abonan al descrédito social que vivimos las y los periodistas en general, por culpa de estos colegas de tanta pobreza ética.

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PD. En aras de ayudar a qué medios y periodistas hagamos mejor nuestro trabajo, comparto este documento llamado Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia, editado en 2014.

*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”.

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