Ni en sus peores pesadillas se imaginó el presidente un cierre de su gobierno como el que está teniendo a 14 meses de concluir su mandato.

Casi cinco años han transcurrido desde aquel ya lejano primero de diciembre del 2018, cuando en medio de fiestas y hasta de rituales a la tierra, -que algunos calificaron de chamanismo y brujería- López Obrador tomó posesión del cargo de presidente delineando un país de ilusión y de fantasía, lleno de promesas de un México que solo existía en su mente y que solo él veía, pues nada pudo hacerse realidad, muy a pesar de sus otros datos y de sus otras realidades, que todos los días insiste e insiste en pretender imponerle a la sociedad mexicana.

“Vamos a serenar al país” decía a cada rato, en alusión a la inseguridad y no vamos a perseguir a nadie por sus ideas porque nosotros no somos iguales, reiteraba una y otra vez, acompañado de su infaltable expresión “me canso ganso”, que explotó los primeros tres años de su gobierno hasta el hartazgo.

“Vamos a tener un sistema de salud como el de Dinamarca”, aseguraba a cada rato y la crisis de salud durante la pandemia dejó cerca de 800 mil muertos.

“Vamos a crecer la economía al 6 por ciento” repetía en la campaña y recién llegado al gobierno corrigió y aseguró que sería al 4 por ciento, luego dijo que al 2 por ciento, pero vino la realidad y lo golpeó duramente en la cara, pues durante la primera mitad de su gobierno el crecimiento fue de cero por ciento y en algunos casos de menos cero.

Es decir, la economía no solamente no creció, sino que hubo un decrecimiento; las actividades económicas y la inversión se contrajeron y la imparable y creciente inflación y el cierre de empresas aunado a la falta de empleo, vinieron a golpear severamente a la población entera, afectando en mayor medida como siempre a los sectores más vulnerables y más desprotegidos de la sociedad mexicana.

El salario, pese a los aumentos por decreto presidencial, se depreció y perdió vertiginosamente su valor adquisitivo contra la escalada de precios y el aumento del costo de la canasta básica para los trabajadores.

Sin embargo, el presidente en una visión de plano muy limitada y demasiado rupestre de la economía, creyó que solamente entregando apoyos sociales a los jóvenes y adultos mayores era como se iba a reactivar la economía, dejando de lado el apoyo y el fortalecimiento que se debe dar a las inversiones nacionales y extranjeras, que son en realidad las principales fuentes de generación de empleos y de verdadera reactivación y crecimiento de la economía.

A lo mejor piensan como lo señaló un crítico del régimen:

“los de morena creen que el dinero se da en los árboles, porque no le entienden a la economía”.

Hoy, encaminados en el final del quinto año de gobierno del presidente López Obrador, las cosas no están mejor a como estaban en el 2018 y antes.

El 5 de septiembre del 2018, a solo tres meses de su toma de posesión, López Obrador como presidente electo se reunió en Monterrey con los principales empresarios del país.

Ahí estuvieron con él los capitanes de empresas nacionales y extranjeras responsables de la generación de empleos y de mover la economía nacional en sus diversos rubros.

Ahí López Obrador declaró lo siguiente:

“Recibo un país estable y sin crisis económica”.

…”en el país hay estabilidad y no hay crisis financiera”.

Esa declaración como presidente electo y hecha ante el selecto y poderoso grupo empresarial ahí reunido, fue el reconocimiento tácito de que hasta ese momento las cosas en materia económica marchaban bien en el país, a pesar de los rezagos y de las serias problemáticas que en materia de seguridad se hacían presentes en muchos puntos del país.

¿Qué fue lo que pasó entonces con ese país estable y sin crisis económica ni financiera que recibió?

Porque derivado de esa estabilidad económica y financiera, López Obrador recibió un gobierno con un sinnúmero de fideicomisos y fondos de reservas que abarcaban prácticamente todos los sectores del gobierno, como los Fondos para la atención y fortalecimiento de la Seguridad (SUBSEMUN y FORTASEG) los Fondos para prevención y atención de desastres (FONDEN) y muchos otros fideicomisos -más de cien- para la salud, la ciencia, la tecnología, la investigación, la educación, la cultura, las artes y el desarrollo, entre otros.

Pero había un fondo en particular que era conocido como “Fondo de Estabilización”, que era una especie de mecanismo de apoyo y ayuda a los gobiernos para enfrentar los problemas imprevistos que surgen cuando los ingresos públicos tienen caídas repentinas o ante fenómenos externos, como una caída en el precio internacional del petróleo o de otras materias primas que impactan en un menor ingreso tributario a lo planeado y esperado por el gobierno en turno.

Por eso su nombre “Fondo de Estabilización”, pues era una bolsa o un guardadito de dinero intocable que estaba reservado para una emergencia.

Igualito a como le haría cualquier jefe o jefa de familia responsable con sus ingresos y su presupuesto.

Hay “guardaditos” que son intocables, pues son solamente para casos de emergencia.

Se estima que el presidente López Obrador al tomar las riendas del gobierno recibió del gobierno saliente de Peña Nieto por este concepto de fondos y fideicomisos, casi un billón de pesos, -aunque hay quienes aseguran que fue más- y todos los desapareció y hoy, a cinco años de gestión, no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que hizo con todo ese dinero.

Un billón de pesos es un millón de millones.

Es un dineral.

¿Qué lo hizo?…

¿En qué lo invirtió?…

¿A dónde se fue esa inmensa cantidad de recursos?…

O sea; López Obrador entró al mando del gobierno, como se dice, “bien ajuareado” de lana y no se sabe con certeza qué hizo con todas esas bolsas de cientos y cientos de miles de millones de pesos, aunque todo apunta a que ese dinero se fue a la compra de conciencias en sus programas clientelares disfrazados de apoyos sociales.

Y hoy, cinco años después, por donde se le vea hay problemas en todo el territorio nacional, particularmente en materia de inseguridad donde la violencia bajo todas sus formas y manifestaciones está prácticamente descontrolada y en todas partes, gracias a la política del gobierno de “abrazos no balazos” que en lenguaje llano les manda un explícito mensaje a los delincuentes, en el sentido de que hay paso libre; de que hay libertad para que hagan y deshagan sin que las autoridades intervengan para nada.

Un ex director de la policía hizo una cruda expresión con la que dibujó la cruel realidad que hoy viven los ciudadanos de la nación entera:

“Con López Obrador los delincuentes hoy se sienten como unos niños en Disneylandia”.

Y prueba de ello es la escandalosa cifra de más de 160 mil asesinatos de alto impacto que van a la fecha en el gobierno de López Obrador.

Pero la peor situación que hoy enfrenta el presidente es en materia política, pues nunca se imaginó el cuadro que hoy está viviendo y que amenaza seriamente la posibilidad de la continuidad de su proyecto de gobierno.

Tan seguro se sentía con la soberbia que da el tener el poder absoluto, que en un hecho inusitado para un presidente adelantó casi tres años el proceso de la sucesión presidencial, cuando a mediados del 2021 destapó a sus corcholatas y los aventó al ruedo mencionándolos a cada uno por su nombre, como los posibles candidatos a sucederlo en la presidencial.

Ese arrojo presidencial que algunos calificaron de soberbia y otros más de torpeza e imprudencia política, le ha salido muy caro a López Obrador, pues el proceso de la sucesión se le salió de control, ya que de inmediato se desató entre ellos mismos una fraticida guerra a muerte en la lucha por el poder.

Además, ninguno de ellos ha logrado levantar en el ánimo de la población ni han podido conectar con la sociedad, incluyendo a la que dicen que es su ficha; Claudia Sheinbaum.

Por más carretadas de dinero y ni con la fuerza de la nómina gubernamental, ni con las miles de carteleras, espectaculares, lonas y pintas de bardas que, violando la ley electoral se han colocado por todo el país, ni así las corcholatas de morena han podido impactar en el ánimo de los ciudadanos.

Y cada día los problemas lejos de resolverse siguen y siguen en peor magnitud, aunque el presidente lo niegue, cierre los ojos a la realidad y se aferre a sus “otros datos”.

El país hoy está en serios problemas, principalmente en materia de inseguridad y de violencia, pero lo que verdaderamente trae al presidente en pánico es la repentina irrupción en el escenario político de Xóchitl Gálvez, quien de un mes a la fecha le ha volteado de cabeza su proyecto político y lo ha sumido en un estado de negación de la realidad; situación que lo está haciendo cometer garrafales e imperdonables errores en un jefe de estado, errores que bien pueden encuadrarse en violaciones flagrantes a la ley, a esa misma ley que protestó y juró cumplir, respetar y hacer cumplir.

Y lo grave es que o no hay quien lo asesore o de plano no les hace caso…

Xóchitl sin duda le ha volteado de cabeza el cuadrante político a López Obrador y lo trae bien sacado de onda, pues no sabe que hacer y está reaccionando con impulsos, sin inteligencia y sin estrategia, como una fiera herida.

Hoy ella es el enemigo a vencer y la senadora hidalguense se ha convertido en una fijación obsesivo-compulsiva para el presidente, al grado de que ya dejó por el momento a sus némesis Felipe Calderón y Carlos Loret de Mola.

Y en todo este cuadro tal parece que López Obrador ha perdido la razón, pues su comportamiento no es el de una persona normal y menos lo es para quien representa el máximo cargo en el país, que es la presidencia de la república.

Ante este escenario, todo indica que para López Obrador vienen días difíciles y tardes negras, como dice la canción del italiano Tiziano Ferro.

Mientras tanto, a preparar una buena dotación de palomitas porque la película política se va a poner todavía peor de buena…

Facebook Comments

Comentarios

comentarios

GRACIAS A TU DONATIVO PODERMX SIGUE SIRVIENDO A LA COMUNIDAD.